lunes, 9 de abril de 2018

DOS MIL NOVENTA Y SEIS








Leí un texto de un escritor famoso en el que recomendaba a los diaristas principiantes, que deben de tener cuidado en que lo que escriban, interese a los lectores.

Otro escritor le contestaba y decía que lo importante es ponerse a escribir y es posible que al hacerlo, salga algo personal que estaba escondido y resulte atractivo.
A menudo no es por medio del pensamiento cuando se presenta ante nuestros ojos la realidad, sino gracias al ejercicio de escribir.

Me gustó lo que dijo el segundo escritor.
Me encanta escuchar los programas de la radio que tratan de literatura.
Hacen entrevistas a escritores y aunque casi siempre son novelistas que están más interesados en sus historias de ficción y los personajes, a veces hablan periodistas y viajeros a quienes les gusta contar sus aventuras.
Tal vez no escriban bien, pero lo que cuentan puede resultar apasionante.

Hace ya un tiempo que dejé de interesarme por la novela y prefiero leer ensayos y diarios.
Soy consciente de que algunos días no se me ocurre nada atrayente, aún así escribo.
Ultimamente Íñigo Larroque, el profesor, me sugiere que podría empezar a poner orden en mis textos, separando el trigo de la paja.

Debido a que hoy he escrito el texto número dos mil noventa y seis, él cree que ha llegado el momento de parar de escribir y dedicarme a corregir, eliminar lo que no me convenza y tomar decisiones.
No instante, yo tengo la sensación de que prefiero escribir cada día, adquirir más seguridad en mi castellano, con el que no me siento fluida, necesito ampliar mi vocabulario, leer, descifrar los misterios de la literatura.
Ya publiqué dos libros y considero que me precipité.

De momento tengo demasiados asuntos entre manos y no deseo precipitarme.
Creo en el poder de la paciencia.









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