domingo, 1 de abril de 2018

DOS MIL OCHENTA Y OCHO







O escribo o me tiro por la ventana.
A veces noto que algo me impide poner en palabras lo que estoy experimentando y si me pongo a pensar me desquicio, porque la urgencia de expresarme es perentoria.
Cuando solo tengo una idea en la cabeza todo resulta más fácil, pero hay veces en las que parece que tengo una jaula de cacatúas metiendo ruido y me impiden concentrarme en lo que están tratando de decirme.
Así está mi cabeza desde que me he sentado ante el ordenador, tratando de poner orden en ese Txoriburu*

Santa Teresa de Jesús, le llamaba “la loca de la casa”.

También es equivalente a los sonidos de las abejas cuando entran en la terraza y hacen bbbsssssssssssss, hasta que encuentran una flor a la que extraer el néctar y mientras lo hacen se tranquilizan.
A veces las observo con cuidado, no quiero que me piquen.
Hace un par de años estaba hablando con el dueño del taller donde me arreglan el coche y justo enfrente hay un señor que cultiva abejas y mientras estaba trajinando con ellas vestido de astronauta, se le escaparon algunas y me picaron.
Grité como una loca.
Era la primera vez que me pasaba algo parecido y fue muy doloroso, se me metieron dos abejas por la espalda y me dolió muchísimo.



Llevo muchos días sin salir de casa y hasta ahora me encontraba tan mal que no me importaba, pero ya empiezo a sentirme persona y claro, algo en mí pide respirar aire puro, ir al campo, sacar fotos, ver verde, pisar hierba.

Esto no significa más que lo que significa, que de vez en cuando me gusta estar en plena naturaleza, pero cuando he tenido la oportunidad de vivir en el campo, he disfrutado durante un tiempo, pero al final siempre deseaba volver a mi casa, a la ciudad, a los museos, al cine, a los centros comerciales, a la peluquería y a todo lo que la vida moderna ofrece.

Ya solo me queda un día de tranquilidad.
El martes tengo clase de Pilates y mi intención es volver a mi rutina.
Tal vez haga menos cosas que las que hacía antes, pero quiero incorporarme a una vida normal.
Espero que mi cuerpo se vaya acostumbrando a la medicación y encontrarme en forma, por lo menos para poder hacer un poco de ejercicio, porque si no me muevo me quedo como enquistada.






*en Euskera: cabeza de pájaros

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