martes, 6 de febrero de 2018

DOS MIL TREINTA Y OCHO







Ayer sentí miedo.
Solo un momento. pero me afectó.
Estaba en la ortopedia porque la rodillera estaba rota y mientras me la arreglaban, me quedé en un cuarto preparado para consulta, recién pintado de verdad claro, una la camilla, el clásico esqueleto y un gran espejo.
Todo inducía a pensar en mi rodilla.
Lo que se clarificó en ese lugar, ya me rondaba por la cabeza desde hacía tiempo, pero no me atrevía a afrontar la verdad desnuda.
Estando allí no me quedaba más remedio que hablar con el fisioterapeuta.
Le conté que desde que tengo la rodillera me siento más segura y si me caigo, no me pasa nada porque estoy protegida.
También que la pierna se me ha puesto más recta, pero la realidad es que la rodilla está peor cada día, hace lo que le da la gana, no puedo confiar en ella.

Hice bien en hablar.
Guillermo me dijo:

Eso es normal.
La rodilla y los músculos que la sujetan, al no tener que esforzarse, se relajan y no se hacen responsables.

O sea que cuanto menos use la rodillera, mejor ¿no?

Eso lo tendrá que decir el cirujano.

Claro, claro, muchas gracias.

No me pilló de sorpresa.
Casi puedo decir que lo sabía o por lo menos, lo intuía.

El miedo al que me refería antes, me vino porque tenía una amiga muy querida, a la que le cortaron una pierna por fumar y viví de cerca su tragedia.
Se llamaba Emilia Martínez.
Era artista, hacía collages muy especiales, pero cuando se quedó sin pierna, a pesar de que podía trabajar sentada, perdió las ganas de entrar en su estudio.
Salía y entraba y siempre estaba de buen humor, a pesar de que le dolía la pierna que no tenía.
Daba fiestecitas muy bonitas, solo de chicas.
En su casa conocí mujeres interesantes de Bilbao, cultas y con unos puestos de trabajo importantes.
Poco a poco Emilia fue decayendo.
A veces tenía unas depresiones por las que le ingresaban en una clínica.

Tuvo fuerza durante muchos años, pero al final ya no podía más.
Fumaba Ducados y el médico le dijo, que si seguía fumando le tendrían que cortar la otra pierna.
No dejó de fumar y no le cortaron la pierna, pero un cáncer de pulmón terminó con su vida.
Se fue una mujer maravillosa que siempre había hecho felices a los que la rodeaban.
Era guapa, simpática, cariñosa y le gustaba divertirse, pero lo de no tener pierna le cambió la vida.

Siempre había tenido unos novios estupendos.
Cuando se quedó coja, desaparecieron.








1 comentario:

  1. tremenda historia la de Emilia. Impresionante. Cuídate Blanca. Es mejor pasar un mal raro en cirugía que andar con la rodilla al aire; de verdad.

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