viernes, 1 de diciembre de 2017

MIL SETENTA Y SEIS








Leí en un libro, creo que de autoayuda, hace mucho tiempo que hay dos tipos de personas:

Las que constantemente reciben información, sobre lo que les convienen hacer para sentirse bien y hacen poco o nada de caso.
Y las que por el contrario, se enteran de muy pocas cosas, pero en cuanto se dan cuenta de lo que les corresponde, lo ponen en práctica y les va muy bien.

Yo creo que pertenezco al primer grupo.
A través de libros, amigos, terapias, cursillos, películas, conferencias, FB, radio y hasta los carteles que pegan en los árboles, me entero de millones de asuntos, que más tarde se pondrán de moda y para entonces, yo ya me habré cansado y estaré buscando algo nuevo.

Eso me sucede en bastantes terrenos de la vida.
Intento ser consciente y hacer ese pequeño esfuerzo que tan bien me sienta cuando lo consigo, pero caigo y me levanto y vuelvo a caer y a levantarme.
Así transcurre mi vida y me acepto.



Cada día aprecio más el tiempo.
Me pregunto cómo he sido capaz de haber perdido tantos años, haciendo cosas que no me ofrecían nada y se llevaban mi existencia sin que yo me enterase.
Menos mal que me he dado cuenta a tiempo.
Es tan grande saber que todo el tiempo es mío y puedo hacer con él lo que considere oportuno.
En lo que más me apetece utilizarlo es en ser feliz.
Cualquier otra elección significaría malgastarlo.

Yo he ido cortando las ataduras que me enganchaban a los asuntos que no me interesaban y me mantenían ocupada, sin ofrecerme nada a cambio y cada día me siento más libre y con más tiempo para deleitarme.


Y ahora voy a prepararme para hacer la maleta y de paso ir tirando cosas que no necesito para hacer espacio en mi casa, porque además del tiempo, el espacio es imprescindible, añoro el vacío.










No hay comentarios:

Publicar un comentario