lunes, 18 de diciembre de 2017

MIL OCHENTA Y NUEVE









Estoy contenta, tengo una alegría que me sale de dentro.
He escuchado los dictados de mi corazón que me animan a ser una con el fluir de la navidad, de lo que tanto he renegado durante años, que simplemente por amor, he cambiado el punto de vista y todo ha empezado a iluminarse.

Empecé hace tiempo a pensar en el tema y tímidamente, compré un árbol de navidad al gusto de Odita que coincidía con el mío, es decir, blanco.

Y así, poquito a poco, de a poco como diría Norma, la chica boliviana que ayuda en casa y preguntando aquí y allí, cambiando de opinión, dando más vueltas de las que tenía intención y pasándolo muy bien, tengo la sensación de que todo va a resultar sensacional, así que solo me dedico a disfrutar y a sentir, tal vez por primera vez en mi vida, la dicha de pasar una navidad en familia.
Si no lo veo no lo creo.
Y luego dicen que las personas no cambiamos, eso es una falacia.

Conmigo es mejor que no se anden con engaños, yo no me creo nada, soy como santo Tomás, que necesito meter la mano en la llaga, ya he saturado mi tolerancia para dejarme tomar el pelo.

Se acabó, solo me fio de mi propia experiencia.
Soy empírica individualista.
Lo que dice la ciencia sirve para un rato, luego viene alguien y descubre que lo anterior era mentira.

Mi lema, mi motto, como dicen en California, es:

Si no lo experimento no me lo creo.

Ese es uno de mis lemas, tengo otros, depende del momento.

También tengo muchos manifiestos de artista, me salen solos cuando los necesito.

Para lo que no tengo facilidad es para trabajar de encargo, nunca he podido hacerlo.
A veces lo he intentado pero hay algo en mi, que se niega en rotundo.

Desde pequeña.
Cuando estaba interna en el colegio de Santa Isabel, en Madrid, tenía fama de ser la que mejor dibujaba de la clase y me mandaron que hiciera un árbol de navidad.
No me apetecía ni me sentía inspirada, pero obedecí y salió un churro que hasta la monja que insistió en que lo hiciera se dio cuenta y le mandó a otra niña, que supo hacerlo muy bien.

Alguna vez me han encargado retratos y a pesar de que los que hacía porque me apetecían me solían salir bien, los de encargo no funcionaban.

Hay algo dentro de mí muy poderoso, que se resiste a ser sometido a cualquier dictado, incluso aunque yo misma lo desee.

O hago lo que sea por las buenas o nada.

No hay más que hablar.









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