lunes, 11 de diciembre de 2017

MIL OCHENTA Y CUATRO









A veces, cuando parece que ya no existo en el mundo del arte, aparece algo o alguien, que me recuerda que he dedicado mi vida a la pintura y de una existencia, de la que creía que ya solo quedaban unos cuantos cuadros de los que me gustaría deshacerme, se presenta una historiadora de arte que me está buscando con verdadero interés, para que le dé unos datos de mi trayectoria artística, que pertenecen a un pasado glorioso, del que ya casi ni me acordaba.
Al principio me costaba entender lo que quería de mi, ya que se refería a mi primera aproximación a una obra que tuvo cierta trascendencia, porque aquí no se había hecho nada parecido.
Las llamé CAJITAS.
Hasta tal punto tuvo repercusión, que más tarde, cuando hice el Homenaje al Athletic, que también fue algo que tuvo un eco inesperado, Borja Barrie me hizo una entrevista que ocupó una página entera en el Correo, el periódico de más tirada en Bilbao, cuyo título decía así:

NO DIGA INTUICIÓN, DIGA BLANCA ORAA

Para entonces, yo ha había comprobado que podía fiarme de mi intuición, puesto que había tenido pruebas más que suficientes para fiarme de ella, no obstante me sorprendió que Borja, solo con una entrevista y habernos visto alguna vez por las Arenas, se hubiera dado cuenta.

Como iba diciendo, al principio no caía en lo que me pedía Carmen Vadillo, la historiadora de arte que está escribiendo sobre ese tema, entre otros, supongo, y le mandé algunas fotos de cajitas más recientes.
Ella insistía en que no era ese año, que ella se refería a la exposición de Lúzaro.
Me costó que si hiciera la luz en mi cabeza, no comprendía que alguien pudiera interesarse por aquel trabajo que me produjo algunos quebraderos de cabeza, ya que presenté doce cajitas y los dueños de la galería, solo me permitieron exponer siete.
Consideraron que las cinco restantes podían causar problemas, debido a que la mentalidad de la gente de Bilbao no estaba acostumbrada a ese tipo de arte.

Mis cajitas eran como relicarios, con vírgenes, estampas de santos, ikurriñas, recortes de periódicos, muñequitos, cositas que encontraba por casa o que compraba en Los Encantes de Barcelona.

Me quedan dos cajitas de aquella exposición que están deterioradas, porque se me inundó la casa en la que vivía, cuando se desbordó el río Gobelas.
Por eso ahora vivo en las alturas, casi en el monte, no quiero que me vuelva a pasar algo parecido.
Aquello fue tremendo.
Me encontré con mi niño recién nacido en brazos y sin casa.
Vivía en la planta baja, y gracias a que mi hermano Gabriel vivía en el segundo y nos invitó a su casa, pude atravesar esa sacudida que me daba la vida, después de haber perdido a mi hijo Carlos.

Desde la terraza de la casa de Gabriel, veía como se paseaban flotando por el salón de 
la mía, los dibujos que con tanto esmero estaban en sus carpetas apoyadas en la pared.

Volviendo al tema que me ocupa, hice las fotos de las cajitas que se llamaban “Relicario 1” y Relicario 2”, por delante y por detrás, en donde estaba bien señalizado el autor, el tamaño, la fecha y la técnica.

Por fin pude complacer las necesidades de la historiadora que me lo agradeció y ahora espero sin expectativas, que me mande noticias cuando se publique su trabajo.









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