sábado, 30 de diciembre de 2017

DOS MIL









Había visto en FB que anunciaban el campeonato de surf de olas grandes en La Galea, que es un lugar muy peligroso, al que se presentan los mejores surfistas del mundo, ya que surfear esas olas es algo único y muy especial.

Yo no estoy preparada para ir allí y estar de pie, incómoda entre la gente, prefiero verlo en la televisión o en los videos que publiquen, así que ayer me apeteció acercarme al lugar, que estaría vacío, aunque no sé exactamente donde es.
Aparqué el coche cuando ya estaba prohibido seguir y me quedé por allí.
Me acerqué al precipicio aunque sabía que no era el sitio correcto.

Me dejé llevar por el dramatismo del lugar.
Es un lugar extremo y a pesar de su belleza, pronto vinieron a mi cabeza la cantidad de amigos que se han suicidado tirándose por la Galea.

El suicidio es algo que me impresiona muchísimo, sobre todo si conozco a la persona.
Me sorprende que elijan esa manera tan trágica de perder la vida, incluso entre los toxicómanos que conocemos métodos bastante más agradables, como pincharse una sobredosis de heroína.

Yo vivo en Getxo, nacida en Bilbao, por lo que conozco a mucha gente en ambos lugares.
Pues bien, he comprobado que los de Getxo se tiran por la Galea, los de Bilbao por el puente de la Salve, que es el que está al lado del Guggenheim y algunos, los menos, se tiran por Rontegui.

Hay personas que toman pastillas, pero es desagradable y no siempre funciona.

También hay casos en los que la desesperación les lleva a tirarse al metro.

Imagino que el tema que he tocado hoy no resulte de “buen gusto” como diría la mujer de mi hermano mayor, pero para mi es importante pensar en todas esas personas que, por motivos que desconozco, no han sido capaces de pedir ayuda antes de hacerlo o la han pedido y no la han encontrado.

Yo he pasado por momentos espantosos a lo largo de la vida, pero nunca pensé en quitarme la vida.

En cambio, hace unos años, cuando estaba enferma con la pierna rota, la clavícula rota y una enfermedad que nadie sabía diagnosticarla relacionada con la cistitis, me encontraba tan mal que se me pasó por la cabeza, que si me moría me quitaba un peso de encima.
Fueron día horribles, meses, años, probando toda clase de medicinas alternativas, porque la alopática no daba pie con bola y las demás tampoco.
Gracias a que al final, aconsejada por una buena amiga a quien le preocupaba verme en ese estado, me mandó al doctor Álvarez de Mon, que al cabo de una hora de conversación, en que supo de mi más que todos los demás médicos en millones de consultas, dio en el clavo:

Creo, estoy seguro, de que lo que usted tiene, señora, es cistitis intersticial, pero antes de medicarla debe realizar unas cuantas pruebas.

Doctor, le pregunté, ¿Cree que puede ayudarme?

Si me obedece, si.

Solo con saber lo que tenía, salí de su consulta en otro estado de ánimo, que me hizo encontrarme mejor.
Llegué a Bilbao y empecé la ronda de ambulatorios y hospitales, en donde me iban haciendo pruebas que confirmaban lo que el profesor había pronosticado.

Tenía que ir a Madrid a verle todos los meses y durante el intermedio, hablábamos por teléfono y yo le mandaba por mail los resultados de las pruebas.

En cuanto empecé a tomar la medicación, empecé a encontrarme mucho mejor.
La pena es que yo tengo VHC* y el doctor considera que debo curármelo lo antes posible y así poderme recetar la medicación adecuada para curar la cistitis intersticial, porque no se atreve mientras siga teniendo el VHC.
También me hacen muchas pruebas y análisis para ver si entro en el grupo de gente que toma la medicación para erradicar el VHC, pero de momento no llego al protocolo.
El doctor Álvarez de Mon dice que los de Osakidetza son muy poco generosos.


*Virus de Hepatitis C








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