jueves, 2 de noviembre de 2017

MIL CUARENTA Y OCHO








Pizca cumple hoy ochenta espléndidos años, por lo que me voy a Barcelona para darle un abrazo.
Podría sonar como que ochenta años es una cantidad suficiente para hablar de una persona mayor, no obstante, en el caso de Pizca es como si estuviera preparándose para hacer la primera comunión.
Me ha llamado por teléfono y me ha dicho:

Hoy es el primer día del resto de mi vida.

Es estupendo tener una amiga un poco mayor que yo, porque va por delante en casi todo, cuando me llegan a mi los acontecimientos, ya sé más o menos lo que sucede.
La experiencia es un grado.

Tendremos una pequeña celebración en familia.
Ella vive en una casa con muchas terrazas llenas de plantas que cuida con esmero.
Espero poder sacar fotos y que se pueda disfrutar del jardín paradisíaco que ella ha elaborado con el paso de los años.
Es una artista futurista a la vez que orgánica.

Mañana yo les invito a comer a ella y a Rosalía, su hija, al restaurante macrobiótico 2Y que es el mejor con diferencia.
Para mi es un bendición poder ir allí porque el chef, que es un erudito en la macrobiótica, estudió en Saint Gaudens con René Lévy y es un seguidor estricto de Oshawa.
Poder comer en un buen restaurante macrobiótico es el máximo lujo.
Para empezar, es muy difícil encontrar ese tipo de comida en ciudades pequeñas y en mi opinión, es la mejor que existe.
Solamente una comida macrobiótica pone en armonía mi cabeza y mi cuerpo.

Este es mi plan de momento.
Mañana por la noche volveré a Bilbao y contaré lo que me haya encontrado en Barcelona, el país de moda en este momento.
Parece que en todo el planeta tierra solo interesan Bélgica y Barcelona.

¡Qué cambiante es todo!


Por eso yo prefiero agarrarme bien fuerte a mi mundo interior que es imperturbable, permanente y siempre solícito.






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