sábado, 4 de noviembre de 2017

MIL CUARENTA Y NUEVE








Han sido dos días inolvidables, en los que todo ha consistido en sentirme querida, bien tratada y agasajada.
Así da gusto salir de casa aunque vuelva muy cansada.
Fiesta muy selectiva en casa de Pizca para celebrar su ochenta cumpleaños, que es bastante impresionante porque hasta ahora, aparte de mi madre y mi hermano mayor, nadie de mis allegados había cumplido tantos años.
Viéndole a Pizca parece que no es para tanto.
Está estupenda en todos los ámbitos de la vida.
No tiene quejas, sino que solo le apetece disfrutar de la vida, cuidando un poco la comida para que no le duela el estómago. 

Ha adquirido tal sabiduría a lo largo de los años, haciendo un esfuerzo constante por conocerse y distinguir el grano de la paja, que estar a su lado y escuchar sus comentarios, es un aprendizaje inconmensurable.
Ha obtenido tal discernimiento para percibir lo que es real, que casi sin darse cuenta, deja de lado lo efímero, por lo que siempre está en estado de gracia.
Si siguiera hablando de Pizca, no terminaría porque es una persona que ha elevado su espíritu hasta tal punto, que vive conectada directamente con su corazón, por lo que lo único que me atrevo a afirmar sin temor a equivocarme, es que Pizca es inefable.


Ayer comimos en un magnífico macrobiótico cuyo dueño y chef aprendió en Saint Gaudens todo lo que sabe, directamente de René Lévy y fue lo que podríamos llamar un festín en el sentido más sublime de la palabra.
Cada uno de los alimentos está concebido desde el principio para conseguir equilibrar el Yin y el Yang.

Eduard Serra, dueño y chef del 2Y es un maestro, que ha dedicado toda su vida a profundizar en la filosofía de la macrobiótica y aplicarla a todos los ámbitos de la vida.

Por ejemplo, al hablar de la situación política catalana, comentó que, como diría Oshawa, de la misma manera que es bueno para el cuerpo el movimiento y que todos los órganos se pongan en su sitio y se mezclen los fluidos, en el mundo también es importante que los asuntos se agiten para que puedan así, renovarse.

No es saludable la quietud, conduce al estancamiento.
Me gustó que lo recordara.

Moverse es saludable.
Quita apegos y renueva.


Tuve que hacer un pequeño esfuerzo para ir a Barcelona y la recompensa es que hoy soy una persona nueva, con ganas de seguir apreciando la vida y agradecida de tener una amiga, a quien conocí hace casi cincuenta años a través de mi ex marido y con quien poco a poco, tanto cuando está en Bilbao como si está en Barcelona, vamos creciendo de la mano. 





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