lunes, 9 de octubre de 2017

MIL VEINTITRÉS








Me ha contado la profesora de Pilates, que están rodando una película en el Puente Colgante y he ido con intención de sacar fotos.
No he visto nada, todo estaba parado, porque la barquilla estaba en el lado de Portugalete y allí era donde había jaleo.
No me ha importado no ver nada, porque he descubierto un barcito encantador que han hecho al lado del puente, en un alto y con el maravilloso tiempo que hacía hoy, he pasado un rato agradable tomando una Coca-Cola, mi bebida favorita cuando viajo.
Ya sé que no es sana, pero me anima y me pone contenta.

He pasado tantas veces por ese puente, corriendo desesperada para llegar a casa a las diez de la noche, que me da gusto ahora, en la distancia, pensar que ya no tengo ese problema.

He seguido pensando en ese tema que tanto me angustiaba cuando tenía que marcharme de Jolaseta a las nueve y media, justo en el mejor momento, cuando acababa de conocer a Carlos Artiach de quien me enamoré en cuanto le conocí y me hizo ver que yo le gustaba.

Descubrí un atajo en Portugalete, cerca de Peñota, por el que si iba corriendo conseguía cinco minutos de ventaja.
Estaba muy oscuro.
No había farolas ni casas, ni gente y no me gustaba, pero me compensaba por estar un ratito más con Carlos.

Un día en que iba corriendo con la lengua fuera, apareció un hombre masturbándose y yo seguí corriendo.
No sentí miedo, solo asco.
Él no hizo ningún ademán de acercarse a mi.

Era la primera vez en mi vida que vi algo semejante y no se lo dije a nadie.
Recuerdo que me impresionó bastante.
Llegué a casa jadeando, como de costumbre, rezamos el rosario en familia, como de costumbre, cenamos y me fui a la cama sin poderme quitar de la cabeza lo que había visto.

A lo largo de la vida he vivido momentos difíciles de esa índole, pero las cosas no se han puesto demasiado difíciles o bien he sabido salir airosa.
Tal vez el día que más miedo pasé fue años más tarde, en el metro de Londres, por la noche, en un vagón vacío, un hombre se masturbaba mirándome.
Yo no hice nada.

Me bajé en la primera estación y me di cuenta que es mejor estar en lugares donde haya luz y gente.






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