domingo, 3 de septiembre de 2017

OCHOCIENTOS OCHO







Creo que hoy no debo ni puedo hablar demasiado.
Ayer cometí errores y lo único que deseo es aprender de ellos.
Soy una persona  impulsiva y no doy demasiada importancia a cosas que para los demás son fundamentales y eso hace que a veces, muchas, meta la pata y luego no sepa cómo sacarla.
Yo no quiero molestar ni herir a nadir, pero a veces es inevitable.
Sucede.


Nada me apetece menos que entrar en detalles, lo siento, ya sé que la gracia de los asuntos se encuentra en los detalles, pero no me siento preparada para enfrentarme a mis hijos, que ya casi ni me hablan por el miedo que tienen a que les mencione en mis blogs y en FB.

Me pregunto si existe alguna manera de ser diarista, sin hablar de las personas con quienes convivo y de los sentimientos que me provocan.

Tal vez tendré que hablar de mis amigas con quienes tengo una relación bastante más agradable que la que tengo con mis hijos, ya que ellas no me tienen miedo.
Son personas a las que no les preocupa el qué dirán y saben que las quiero y las acepto como son y que tal vez no puedan confiar en mi, porque soy tan humana como cualquiera y como todos bien sabemos, los seres humanos nos equivocamos a menudo.

Hay asuntos confidenciales y tengo suficiente cabeza como para saber que no debo decirlos, muchísimos, si dijera todo lo que sé, se armaría una revolución copernicana en Getxo, que es el pueblo donde llevo viviendo muchos años.
Ahora no estoy informada de lo que Cala llamaría "el mundo de las sombras", pero ha habido años y años en que hacía mucha vida social y me enteraba de casi todo.

Además, me conozco lo suficiente como para saber que no sé guardar un secreto, ni tampoco quiero, no quiero cargas, así que cuando conozco a alguien, en cuanto llega la ocasión le digo que no me cuente nada que no quiera que yo lo repita, hablado o escrito.
Si, por ejemplo, me preguntan:

¿Quieres que te cuente una cosa muy divertida pero que no se la puedes contar a nadie?

Contesto:

No, muchas gracias.

A veces, tienen tantas ganas de contármelo que insisten pero en eso soy tajante, prefiero no saberlo antes que tenerlo que guardar para toda la vida, ni soñar.

En fin, que el trato con la familia me resulta bastante más difícil que con mis amigas, con quienes suelo tener unas conversaciones muy entretenidas y coincidimos en casi todo.

Ayer, sin ir más lejos, fui a comer con la Rosa Sin Espinas a un sitio nuevo de Bilbao, que antes estaba en el Pagasarri y se llamaba La Carbonera y no solo comimos estupendamente, sino que lo pasamos bomba.

Rosa es un lujo.
Que sea mi amiga es uno de esos regalos que me hace la vida y por el que doy gracias al cielo cada día.
Es una persona muy delicada, educada, tranquila, cariñosa, nunca levanta su preciosa voz, siempre abierta al trato humano y al entendimiento.
Nunca falla.
Cuando se compromete, lo hace a conciencia.
No puedo decir que sea perfecta, porque es Tauro y como todos sabemos los Tauros son más bien tercos pero incluso en ella, esa terquedad no carece de encanto.


Resumiendo, que fue un día completo y saqué las conclusiones que me ayudarán a aprender de mis errores:

No fue un día perdido.







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