martes, 5 de septiembre de 2017

NOVECIENTOS







Ya estoy encarrilada.
Me ha costado, pero lo he conseguido porque hice un esfuerzo enorme para no salirme del todo y eso me ha mantenido a raya.
Estaba avisada por la experiencia, porque sé que los meses de agosto no son mi fuerte.
Todo resulta extremo.
El calor, las conversaciones sobre las “vacaciones”, mi terquedad por tratar de evitar meterme en esa rueda de ocio y este verano en concreto, las muertes de mis amigas.

Ahora me encuentro mejor, he superado lo más difícil.

Ya no me mareo, me siento temblorosa.

Me he empeñado en resolver el asunto de deshacerme de todos mis cuadros y no consigo dar un paso hacia adelante, es un tema que está estancado.
No veo salida.

Veo posibles soluciones:

Una: Meter todo el material en un trastero alquilado.
Dos: Dejar las cosas como están y tranquilizarme.
Tres: Seguir insistiendo en que alguien haga todo el trabajo para la venta.
Cuatro: Intentar ordenarlos para que no ocupen toda la casa y no me agobien tanto.


Cuando me viene este tema a la cabeza, que me viene a menudo, me dan ganas de meterme en la cama y desaparecer, pero justo hoy sería una lástima desperdiciar un día tan bonito de playa.

Supongo que habrá más gente con problemas similares a los míos, no obstante nadie me ofrece las soluciones que me pueden convenir.

No soy capaz de quemar mis cuadros como hacía Goenaga.
Como mucho, yo los tapaba con Gesso y aprovechaba los lienzos, les llamaba pentimento.

A veces me ahogo en un dedal.

Otras veces me viene tanta claridad que me creo capaz de solucionar todos los problemas, me parecen minucias.

A lo mejor tenía razón mi madre cuando me decía:

“Estás como una cabra”









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