sábado, 9 de septiembre de 2017

NOVECIENTOS CUATRO








Cuando salgo de mi cuarto por la mañana lo primero que hago es desayunar, no porque me apetezca demasiado, sino porque tengo que tomar la medicación y es mejor hacerlo con algo de comida.
Al terminar, enciendo el ordenador, empiezo a escribir y me sumerjo en un mundo al que solo yo tengo acceso.
Mientras desayuno suelo poner la televisión y los sábados hay programas de viajeros, que me encantan.
Doy gracias al cielo de haber viajado mucho durante todo el tiempo que sigo a Prem Rawat, porque ya no tengo esa ilusión que tenía de conocer mundo cuando era joven.
De hecho, la decisión de que viajar no era lo que deseaba, la tomé mucho antes de recibir el conocimiento.

Estando casada viajaba bastante.
Por un lado con mi marido, a quien solía acompañar en sus viajes de trabajo.
Por otro, a mi padre le gustaba viajar una vez al año con toda la familia, incluso llegamos a dar una vuelta al mundo todos juntos.
Y además, con mi prima Isabel Maier, que organizaba los viajes de Bocaccio Madrid, también nos paseábamos por el planeta de vez en cuando.
Fue en uno de esos viajes, cuando me di cuenta de que prefería estar en casa, que muerta de cansancio en los aeropuertos.

Pues bien, en esos viajes venían artistas, directores de cine, arquitectos, todos ellos personas muy simpáticas y divertidas con quienes hacíamos muchos planes y para mi fue una oportunidad para conocer a gente de una realidad diferente a la que estaba acostumbrada, ya que en Bilbao, mi vida social se reducía al club de golf de La Galea y al Marítimo.

Más tarde empecé a estudiar BBAA y mi mundo se amplió, gracias a Dios.
No digamos hasta que punto se extendió, cuando empecé con las drogas.

Pues bien, estando en Los Ángeles, decidieron que teníamos que conocer Disney World y allí fuimos un grupo encantador, con una vitalidad sin límites.
Nos pusimos en la cola de un restorán para comer.
Creo que eran las tres de la tarde.
El sol pegaba fuerte y molestaba.
Nada podía interesarme menos que la hamburguesa que me esperaba y de repente, tuve la revelación:

Blanca querida:
¿todavía no te has dado cuenta de que a ti te gusta estar en casa al mediodía y echar la siesta?
¿No te has fijado que en todas partes del mundo, por muy diferentes que sean las culturas hacen lo mismo?
Desayunar, leer el periódico, trabajo, recados, comer, ir al cine, cenar…?
Eso lo puedes hacer tu en Bilbao sin necesidad de coger aviones y estar todo el día de hotel en hotel arrastrando una maleta.

Ese fue el momento en que decidí que viajar no es lo mío.
Así que volví a mi casa y estuve varios años sin salir.


Cuando reconocí a Prem Rawat como mi maestro y realicé la importancia que tenía para mí ir a sus eventos, empecé a rodar por el mundo poseída por el anhelo de verle y escucharle, ya que me enamoré y el amor rompió todas las barreras e impedimentos que tenía respecto a los viajes y ahí empecé a moverme con un solo propósito:


Estar con Prem Rawat.













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