martes, 19 de septiembre de 2017

MIL CUATRO








Hace uno par de días o más, me saqué una foto con efectos, para disimular los agujeros que tengo en la boca, debido a que me han puesto implantes y todavía no tengo dientes.
Estuve haciendo varias pruebas y la que más me gustó era una en la que parecía que estaba gritando.

Tenía cierto parecido con “El Grito” de Munch, por lo que la titulé “Mi grito de Munch”.

Ultimamente hay cierta confusión al hablar de plagio y apropiacionismo, por lo que, para no equivocarme y tener claras las ideas, se lo pregunté a Luis Francisco Pérez, crítico de arte cuyo criterio respeto.

Contestó lo siguiente:

Blanca, yo diría que el apropiacionismo no oculta la referencia (de hecho la ilumina). El plagio la oculta y nunca da razón de esa referencia. Más o menos. (sic)

Más claro imposible, 

Por lo que seguí con mi trabajo sin preocuparme del qué dirán, porque hace días que se había producido una controversia en FB, con una famosa artista que había copiado un cartel de cine antiguo para presentar el certamen cinematográfico de Málaga y al no decir su procedencia, le cayeron toda clase de exabruptos.

Copiar está mal visto pero al decir la procedencia se hace un homenaje al primero que lo hizo y se convierte en apropiacionismo.

A mi me han copiado mucho e incluso han pasado mi performance “Desde el anonimato“ en el Reina Sofía de Madrid y en el Instituto Cervantes de Estocolmo sin pedirme permiso, simplemente lo cogieron de YouTube y lo presentaron como parte de un trabajo.
Otra vez lo pasaron en el Guggenheim de Bilbao y me enteré a tiempo, por lo que pedí permiso para asistir a la proyección.

En otra ocasión me llamó un amigo para decirme que había una copia de mis “Sillas de Brighton”, en una tienda de cuadros y marcos, que estaba al lado de la plaza de Moyua.
Fui a Bilbao, lo vi en la mitad del escaparate y no me lo podía creer.
Era igualito al mío, como si lo hubieran calcado, pero la manera de estar pintado y los colores no eran exactos, solo similares.
Entré en la tienda, me pidieron disculpas y más tarde, me llamó el que lo había pintado para darme explicaciones.
Me dijo que le gustaba mi obra y cosas por el estilo.

En cierta manera me halagó, pero creo que es mejor que cada uno se dedique a lo suyo.

En una obra de arte se expresa algo profundo y personal, que es imposible que lo tengan dos personas, todos somos distintos.






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