lunes, 21 de agosto de 2017

SETECIENTOS SEIS








Creo que por fin he solucionado el problema de mi natación en mar.
Ayer, con marea alta, me bañé en una especie de lago entre mares que parece hecho especialmente para mi.
Me tiro desde la rampa, por lo que evito la entrada con olas que me empujan y arena con montículos que me engaña, por lo que nado en un agua limpia y cristalina, donde casi no hay personas ni barcos y cuando me canso, salgo alegremente por la misma rampa y me voy a una esquina de la playa en donde sigo leyendo “El cuento de la criada”, que me encanta.

Solucionado este problema, ya no tengo que volverme loca dudando si voy a la playa o me quedo en casa.
Lo que antes suponía una casi tortura, se ha convertido en un placer.
Llevaba todo el mes de agosto haciendo indagaciones para encontrar lo que necesitaba y lo ha conseguido.
Además, así no tengo que estar pendiente de las mareas, tanto si está alta o baja, tengo mi piscina particular.


He estado escuchando a una escritora que hablaba sobre el islam y me ha parecido razonable y sensato lo que decía.
Cuando hablan los islamistas preparados, tengo la sensación de que saben más que los españoles no islamistas considerados expertos en el tema.
Además lo hacen con una tranquilidad y un respeto que resultan convincentes.

Creo que los españoles somos brutos.
Amparados en nuestra pasión desbordada, nos hemos convertido en brutos y así manifestamos lo que sentimos.
No tenemos más que ver la manera de divertirnos en las fiestas populares.

Hace muchos años que no he visitado las txosnas de las fiestas de Bilbao, pero recuerdo que una vez que fui por la noche, no muy tarde, después de los fuegos, me salían lágrimas al verme pisando vino entre vasos de plástico rotos y cuadrillas de borrachos sucios.

Nunca he vuelto.
Me gustan más las fiestas de día con gigantes y cabezudos para sacar fotos. 








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