domingo, 13 de agosto de 2017

SEISCIENTOS OCHO







Mientras daba un paseo por la maravillosa playa de Plencia en marea baja, descubrí un lugar que hubiera podido servirme durante los años que tenía que andar con muletas.
Se trata de unos socorristas especializados, que tienen toda clase de aparatos para llevar a los discapacitados a darse un buen baño y disfrutar de la mar salada.
Ofrecen ayuda, cuarto de baño especial, un lugar para cambiarse de ropa y una taquilla para dejarla.

Me brindaron de todo, pero yo solo acepté una muleta especial que flota y aún así, me di cuenta de que en marea baja no necesito ni eso.
Me voy solita tan campante y disfruto de lo lindo.
Resumiendo, que el secreto para que mis baños de mar sean perfectos, es ir en plena marea baja.
Hoy, la próxima bajamar será a las 14:59, es decir a las tres de la tarde, que me parece una hora ideal para empezar mi día de playa, si se quitan algunas nubes que parece que tienen ganas de fastidiar.

Me animé tanto ayer, que me fui a los campos de Barrika y encontré un delicioso caserío abandonado con mucho encanto ya que, aunque con el tejado roto y descuidado, se notaba que había estado en manos de gente con buen gusto por lo que, incluso lo que quedaba del caserío, estaba precioso.
Hice fotos y me quedé contenta.
Cada vez me gusta más la fotografía.
Es una lástima que sea tan reacia a aprender la técnica.

Los caseríos son unos edificios construidos con la sabiduría de un pueblo ancestral, que se auto abastece con sus propios productos, tanto de agricultura como de ganadería.
Incluso hoy en día, a pesar de que mucha gente ha preferido ir a la ciudad, hay gente que decide volver al caserío y explotarlo con los nuevos métodos que han aprendido en la universidad.

Por ejemplo, yo tengo una amiga que vive en San Julián de Muskiz, cuyo marido es pastor y ella hace quesos.
Han adoptado una niña china y para que recupere su lengua, la llevan a una academia de chino en Bilbao.
Pocas veces he visto a una madre tratar con tanto amor a su hija.

Debe de ser una vida dura, pero a ellos les da gran satisfacción, sobre todo cuando ganan el premio al mejor queso, en los concursos que tanto se estilan en el país de los vascos.

San Julián de Muskiz es un lugar bonito, pero el aire está contaminado por la refinería de petróleo, por lo que evito acercarme a ese lugar.


No sé lo que me deparará el destino hoy, todo depende del capricho de las nubes.








No hay comentarios:

Publicar un comentario