lunes, 7 de agosto de 2017

SEISCIENTOS DOS







Shigeru Ban, el arquitecto japonés que ganó en Pritzker de Arquitectura en el año 2014, es mi ídolo.
Durante más de veinte años se ha dedicado a solucionar los problemas de vivienda de los más pobres, sobre todo de las personas que tenían problemas con las tragedias naturales, consiguiendo así que pudieran vivir con dignidad incluso en los momentos más difíciles.
Considero que tener en cuenta la dignidad de los seres humanos en unos momentos en los que el mundo entero mira para otro lado, es digno de respeto, admiración y agradecimiento.
Shigeru Ban ha organizado campamentos de casas unifamiliares con materiales tan sencillos como el cartón, que constituyen la base para acoger a las personas en los los primeros momentos de las tragedias.

Shigeru Ban es un hombre humilde que ha elegido dedicar sus conocimientos a ayudar a los más desfavorecidos, cuando se encuentran en situaciones extremas, en una época en que los grandes arquitectos se dedican más bien a levantar edificios espectaculares, que ocupan el lugar de los templos.

Reconozco que la obra de Shigeru Ban me emociona, me toca las fibras más sensibles de mi ser.
Teniendo en cuenta, además, que soy una ferviente adoradora del cartón y que nada admiro más que la estética de lo mínimo, me siento afín a este magnífico arquitecto de Tokio.

¿Qué tienen los japoneses para sobresalir en la exquisitez?
Me lo pregunto a menudo.
Tienen un toque estético especial, pioneros en moda, técnicas paisajistas, jardinería, música, poesía, cine, literatura, teatro, danza, gastronomía y podría seguir así hasta el infinito.
Creo firmemente que el refinamiento se consigue trabajando mucho y prestando atención a todos los detalles de la vida.


Cada día voy notando que es en el trabajo cotidiano donde reside la excelencia.







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