miércoles, 9 de agosto de 2017

SEISCIENTOS CUATRO








Ayer celebramos el cumpleaños de Rosalía con una fiesta íntima en su casa, que resultó estupenda.
Cuando los invitados se fueron, nosotros nos fuimos a cenar a Tamarises y nos quedamos hasta que cerraron.
Nos reímos sin parar y parecía que nadie quería marcharse.
Todo resultó sensacional.
Tengo la sensación de haber acudido a todas las fiestas de Rosalía, ya que ella da mucha importancia a su cumpleaños, en mitad del verano y por nada del mundo deja de soplar las velas en una tarta de Zuricalday, que es la mejor pastelería del mundo.

Por otro lado, aunque Tamarises ha cambiado de dueño y de estilo, es el lugar donde me he pasado media vida, por lo que me siento como si estuviera en mi casa.
Vimos la puesta de sol y tomamos una merluza perfecta.

Siempre me gusta ver a Carlos Alber, que es un gran amigo, pero él se pasa la vida en el Marítimo y yo solo voy a la playa de Plencia, por lo que nos vemos menos de lo que me gustaría.

Yo detesto los clubes sociales, me gustan los lugares abiertos a donde todo el mundo tiene acceso.

Antes era socia del Marítimo y solía ir a la piscina que es magnífica, pero estaba demasiado cerca del Caracas, que era el bar de los toxicómanos y sus movidas,
La tentación era demasiado fuerte, por lo que fue una de estas épocas en las que terminé como el rosario de la aurora.

Mi vida actual es tan tranquila y recogida, que mis únicas tentaciones son las relacionadas con la gastronomía.

Me gustó ver a Isabel Lacabex, hermana de Cayetana, a quien le había dado un ictus y aunque está en silla de ruedas y le cuesta hablar, comprobé que tiene la cabeza muy bien y me dijo que se siente preparada para aceptar lo que le venga.
Tiene que ser muy duro estar en sus condiciones.


Resumiendo, un día estupendo del que solo me falta editar las fotos y publicarlas en alguno de mis blogs.






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