viernes, 11 de agosto de 2017

SEISCIENTOS SEIS







Otra vez tuvimos fiesta ayer.
Improvisada.
Quería comprar fruta y verdura para mi casa y de repente descubrí una zona en la que estaban los productos que habían llegado de la Rioja, jamón, lomo y chorizo, los mejores del mundo, así que me fui animando y organizamos una agradable velada, a la que también asistió mi hijo Jaime que, como ya he comentado en otras ocasiones, es encantador y tiene información privilegiada sobre temas interesantes.

Uno de los temas estrella fue Jon Rahm, de quien en esta casa se habla a menudo, ya que no solo es de Barrika, lugar cercano para nosotros, sino que además es alumno de Eduardo Celles, la escuela de golf en la que Beatriz es profesora. 

Es posible que Jon Rahm sea el campeón del mundo muy pronto.
En este momento está considerado el sexto en el ranking mundial.
Es un genio, de la línea de Severiano Ballesteros.

Su motto:

Mi meta es ser el mejor en todo lo que hago.

Ya casi no puede aparecer en el país de los vascos porque la prensa le acosa.
Verle en la televisión es una gozada.
Sus golpes tiene algo de magia, no es un jugador bueno sin más, tiene algo especial.
Ver golf en la televisión me gusta mucho, pero no es fácil porque hay que tener acceso a canales especiales.

De momento yo solo tengo canales especiales para las series.
Antes veía las series en canales piratas y era espantoso, no contaba con ninguna seguridad.
Ahora soy socia de Netflix y Filmin y estoy encantada, todo es muy profesional y no resulta caro.

He visto serie estupendas y todavía tengo en lista de espera algunas muy apetecibles.
He empezado a ver Charity, serie alemana que trata de un hospital del siglo XIX, cuando el doctor Koch descubrió el bacilo de la tuberculosis.
Ha tenido mucho éxito en su país.
De momento, me interesa.










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