miércoles, 30 de agosto de 2017

OCHOCIENTOS CINCO








Me queda el consuelo de saber que Dorita no ha tenido que pasar por el trago amargo de ver morir a su hija.
A pesar de ser sabia, y aceptar las cosas de la vida, habría sido un golpe demasiado duro.
Yo viví con ella su separación matrimonial, justo en esa época estábamos muy unidas y me consta que lo pasó mal, a pesar de saber que aquella relación ya no tenía sentido.
Pero Dorita era muy sensible y amorosa y le dolían los asuntos de familia.
Gracias a Dios sus hijos siempre estuvieron muy unidos a ella, le adoraban.


Han sido días duros para mi, he seguido muy de cerca la muerte de Annette y veía que no se podía hacer nada.
Incluso si hubiera permitido que le hicieran los tratamientos que le ofrecían en las clínicas donde estuvo internada, no habría conseguido nada.
Lo dijo el profesor Álvarez de Mon, que había llegado tarde.
Ella no quería morirse pero a veces las cosas no salen como uno las desea.
Ahora ha dejado de sufrir y su hermana podrá recuper su vida regentando la heladería que tanto le gustaba.


Yo también tengo que tranquilizarme y poner orden en mis asuntos.

Ayer salí a cenar con Pizca.
Lo necesitaba.
Cenamos en Zabala, en el puerto viejo, todo estaba extraordinario.
Es una gozada cenar en un lugar en el que todos los pescados son salvajes, cocinados a la brasa y en el punto perfecto.
Además el sitio tiene tanto encanto que siempre nos quedamos con ganas de volver.

Me distraje, me reí y me costó dormirme.

Al llegar a casa me encontré a la niña despierta, viendo una película en su iPad.
Sus tíos estaban dormidos y me costó conseguir que apagara la luz.

Definitivamente hoy tengo que ocuparme de mi, de mis asuntos, de mis cosas.

El orden me tranquiliza y me relaja y estar tranquila y en paz es lo mejor de la vida.






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