viernes, 14 de julio de 2017

TRESCIENTOS VEINTINUEVE







Durante cuatro horas estuve hablando con empleados de Apple, para que me solucionaran un problema que tenía con la edición de las fotos.
Al final, tuve la inmensa suerte de que me pasaran con un superior latino, tranquilo y muy amable, que, tras probar varias posibles soluciones, acertó con la adecuada.
¡Qué alegría!
Cada día me gusta más la fotografía y me hace feliz tener la cámara siempre a mano, un iPhone 6 plus, para no complicarme la vida.
Alejandro, el que finalmente me ayudó, era un experto en fotografía y me atendió con gran interés, además de darme algunos consejos interesantes.

Para descansar del trabajo que supuso estar tanto tiempo trabajando de esa manera, salí casi al anochecer con la intención de llegar hasta Barrika, que es un lugar de paz para mi alma, aunque haya cambiado desde que lo descubrí.
Siempre que voy en mi coche escucho Radio 3 y ayer, tuve la fortuna de que estaban haciendo una entrevista a Ukelele, Bárbara Allende, que me resultó interesante y entretenida.
Leyó un texto suyo dedicado a la ópera y me encantó.
Esa chica hace todo bien.

La parte de arriba de Barrika estaba llena de coches y gente que supongo estaría en el Golfo Norte, un bar en el que nunca me he sentido a gusto.
Más abajo, cerca de la playa que estaba cubierta por la marea alta, había algunos jóvenes que no molestaban ni hacían ruido.
Constaté, no sin cierto asombro, que habían instalado bancos con mesas como para hace picnic.

La vista era preciosa y la magia del lugar permanecía intacta al mirar a la mar.
El Cantábrico es cambiante, nunca lo he visto dos veces igual, tiene tantas luces y colores que serviría para mantener la paleta de un pintor.
Además está tan vivo que cada ola es diferente.

Llegué a casa cansada y me dormí antes de lo habitual, por lo que hoy me he despertado temprano.
Eso es bueno, como dicen en Nicaragua:

“El que madruga come pechuga”

Siguen los días cálidos con el cielo cubierto.
Me gustan, disfruto de ellos con la esperanza de que en agosto salga el sol.

Insistir en el cambio climático resulta recurrente, pero me pregunto por los mandatarios.
Antes o después tendrán que darse cuenta de que son tan perjudicados como los demás.
E incluso sus mujeres y sus hijos empezarán a protestar.

La terquedad ciega.






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