lunes, 3 de julio de 2017

TRESCIENTOS DIEZ Y OCHO







Hoy me he despertado muy tarde, con la sensación de haber dormido toda la noche profundamente y haber estado en otro planeta.
He sentido cierto vértigo al no saber donde me hallaba y poco a poco, he caído en la cuenta de que que era yo, de que estaba en mi cama y de que todo está en su sitio.
Ha sido una experiencia extraordinaria.
Dicen que al soñar se hacen viajes astrales.
El espíritu se desprende del cuerpo, siempre sujeto por un cordón de plata y viaja a lugares insólitos, tanto conocidos como lo contrario.

Una vez yo hice dos viajes astrales estando despierta.
Estaba en un caserío aislado en el monte y antes de dormirme, de repente me di cuenta de que estaba en el techo y me pegué un susto morrocotudo, hasta tal punto que volví a mi cuerpo inmediatamente.
Comprendí que eso era un viaje astral.
Había oido hablar de ese tema, pero no sabía en qué consistía.
Me tranquilicé y salí otra vez de mi cuerpo y traspasé el techo y el tejado del caserío sin esfuerzo, no abrí los ojos, no sabía lo que tenía que hacer, pero sí recuerdo que estuve por ahí vagando de una manera ligera y pronto volví a meterme en mi cuerpo.
Estuvo bien pero no me interesa demasiado, prefiero experimentar la realidad.

Antonio Moraga, la persona que me ayudó a dejar el tabaco sin esfuerzo en dos horas, no solo se dedica a eso, sino que también es un experto en viajes astrales y da cursos en Madrid.

Mi tema con el tabaco era terrible.
Fumaba todo el tiempo Marlboro americano, me compraba cartones de contrabando que vendían en un bar de las Arenas, envueltos en papel de periódico que me duraban cuatro días, era lo que en inglés llaman chain smoking, fumar en cadena.
Me pasaba la vida tosiendo.
Unos ataques de tos que solo se paraban si encendía un cigarro.
Eso sucedió hace muchos años, cuando se podía fumar en todas partes, incluidos los hospitales.
Antonio, a quien yo ya conocía, me contó en un avión volviendo de Brighton, que había estado en la universidad de Puna, en India, estudiando PNL* y que podría ayudarme a dejar de fumar fácilmente.

Así que al llegar a Bilbao, le llamé, concerté una cita con él y al día siguiente, cuando me desperté por la mañana y recordé que tenía que ir a Madrid, pensé que era imposible, que yo era incapaz de dejar de fumar, pero hice un gran esfuerzo y llegué a la casa de Antonio a la hora convenida.
Nada más entrar me sentí a gusto, el ambiente era placentero, amable, me relajé.

Hicimos la terapia y al salir, por si acaso, yo me había llevado el paquete de tabaco y el mechero, 
Intenté fumar y no me apeteció nada.
Así pasé el resto de la tarde y por la noche, estando con mi hermano Gabriel en su apartamento, le comenté:

Me siento rara, como si me faltara algo.

Bebe un vaso de agua.

Lo hice y nunca jamás en los treinta y un años que han pasado desde entonces, he sentido ganas  de fumar un cigarro.




*Programación Neuro Lingüística




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