lunes, 5 de junio de 2017

TRESCIENTOS







Hoy tengo la sensación de haber vuelto a la rutina.
¡Que felicidad!

Tanto sus padres como yo, hemos decidido que Odita necesita mejorar su español, por lo que empieza las mañanas temprano, primero la clase de español y después la de natación.
A ella le gusta aprender y va muy contenta.
Es una niña lista y trabajadora.
Lo único que no me gusta es que ni me obedece, ni me deja darle besos.
He de admitir que solo le intereso cuando le compro regalos o la llevo a la peluquería o a merendar a Zuricaldai.
No me tiene simpatía.
Tal vez ya no sé tratar con niños.
Creo recordar que mis hijos cuando eran pequeños me respetaban y les gustaba que les hiciera mimos, pero para Odita carezco de interés.
A veces me pregunto si huelo mal.
Eso no disminuye mi adoración hacia ella y que mantenga la esperanza de que con el tiempo se vaya acercando a mi.
De momento me conformo con verla feliz revoloteando por la casa.
Sabe que es la reina y lo utiliza a su antojo.
Le pedí que me ayudara con mi alemán y me dijo que prefería dejarlo descansar mientras esté aquí.
Debe de ser agotador vivir manejando tres idiomas al mismo tiempo.

Habla español con su padre y con su amiga Valentina que es mejicana.
Sueco con su madre.
Alemán en el colegio.
Por su parte, estudia inglés con youtube.

Sus padres, entre ellos, hablan sueco y cuando están con amigos, que generalmente son de otras nacionalidades, la conversación se lleva en inglés.
Su padre quiere, por encima de todo, que crezca siendo cuatrilingüe.

Hoy tengo clase de escritura, que es de lo único que no me he dado de baja.
Estaba dispuesta a quedarme con la niña, pero Beatriz y Jaime me han dicho que ellos se encargan de cuidarla, por lo que estoy encantada, ya que es uno de los momentos cumbre de mi semana.
Aprendo y disfruto.

¿qué más se puede pedir?

Todavía no he elegido los diarios que voy a leer en clase, creo que las últimas semanas he estado más disipada de lo habitual, ya veremos lo que me comentan, siempre resulta interesante.
Por más que corrijo una y otra vez cada texto que escribo, siempre, siempre, encuentro algo para quitar o cambiar, rara vez me doy por satisfecha.
A veces me doy cuenta de que repito una palabra, de que no me gusta como he conjugado un verbo o de que tengo que cambiar una coma.
Lo peor de todo es cuando el conjunto no tiene altibajos, resulta plano, eso es lo peor.
En esos casos más me vale borrarlo entero, dedicarme a otra cosa y volver a intentarlo más tarde.

Ayer leí una entrevista que le hicieron a Clarice Linspector, interesante y difícil escritora por profunda y metafísica y me sorprendió que en un momento dado, dijera que escribir es una maldición, sin embargos más adelante, en la misma entrevista, dice que es una bendición.

Me gusta que se contradiga porque nada es solo de una manera, el equilibrio está compuesto de Yin y Yang.





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