lunes, 26 de junio de 2017

TRESCIENTOS ONCE







Ya estoy en casa.
Pasada una noche estupenda a gusto en mi futón, me dispongo a “despachar” como dicen los que trabajan en asuntos “importantes”, que, en definitiva son todos, sobre todo los relacionados con mi vida y mi paz.

Reconozco que no tiene nada que ver mirar de vez en cuando mi iPhone para recibir o enviar un WhatsApp y medio ojear los mails, que sentarme frente a mi super iMac de 27 pulgadas, ante el que me encuentro como si fuera la presidente de mi gobierno, que es exactamente la que manda en mi estado.

Pues bien, me mandan invitaciones para participar en exposiciones y ferias de arte colectivas que me tientan y durante un momento dudo.
Luego recapacito y recuerdo lo trabajoso y aburrido que resulta todo el trabajo de embalar, transporte, recogida, fotos, catálogos, conversaciones y como guinda final, exponerme fisicamente el día de la inauguración porque “a la gente le gusta conocer al artista”.

La de San Sebastián ya está en marcha y ellos hacen todo.
Con la de Lisboa estoy empezando a conversar y todavía no está decidido.
Lo que me instiga a presentar mi obra, es que algo tengo que hacer con ella.
La última serie cuyo nombre es Akelarre, todavía ni siquiera ha sido expuesta.
Son cuadros redondos y están sin enmarcar.
Eso no es grave, pero tenía pensado ponerles una goma negra como de rueda de coche.
No sé a donde dirigirme, tendrían que hacérmela a medida.
No sé, de momento no quiero complicarme la vida, solo descansar y disfrutar de mi existencia que es el único propósito para el que he venido a este planeta.









No hay comentarios:

Publicar un comentario