martes, 27 de junio de 2017

TRESCIENTOS DOCE







No me encuentro bien.
Estoy congestionada y muy cansada.
Estar en casa con la única responsabilidad de curarme, no es mal plan.

Tengo entre manos un asunto peliagudo ya que ni siquiera sé qué hacer, excepto escuchar.

Se trata de la hija de una íntima amiga mía que ya no está en esta tierra.
Tiene un cáncer muy desarrollado y no quiere que se lo traten con medicina alopática.
Parece ser que se ha pasado los últimos meses leyendo al doctor Hamer, el cual defiende la teoría de que la enfermedad es causada por algo psíquico y que los métodos utilizados para curar el cáncer son bárbaros.

He empezado a leer al doctor Hamer y es obvio que mi amiga está tan influenciada por él, que se niega a ver su propia evidencia y que ya no hay tiempo para hablar, sino para actuar.

Su hermana está con ella y ha conseguido que la ingresen en una clínica de la que la quieren echar, porque se niega a la mediquen y le hagan lo que ellos consideran necesario.

Desde el teléfono llevo varios días asistiendo al a muerte de una persona a quien quiero mucho y no puedo hacer nada, me siento impotente.
La mayoría de los médicos con quienes habla su hermana, se lavan las manos, nadie quiere un paciente que defiende su voluntad con las razones del doctor Hamer y que se niega a obedecer.

La hermana con la que hablo a quién llamaré Tadea, es una chica muy inteligente, ambas han sido tratadas toda su vida con mucho cariño y con la filosofía de Michio Kiushi, a quien conocieron personalmente, ya que la madre de estas chicas había estudiado macrobiótica en Alemania y era una eminencia en ese terreno.

Recibí una llamada de Tadea cuando estaba en Inglaterra y empezó a contarme su problema respecto a la situación en que se encontraban ambas.
Gabriela estaba muy débil y le habían echado de un centro macrobiótico, porque no hacía lo que le decían.

El resto del relato lo dejo para otro momento.
Os he puesto en antecedentes de algo cercano e importante, que me ha pillado por sorpresa y que se sale de mi campo de conocimiento.

No es la primera vez que veo morir a una amiga por no querer tomar la medicación.












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