viernes, 3 de marzo de 2017

DOSCIENTOS CUATRO







Lo que ha dicho sobre las mujeres Janusz Korwin-Mikke, eurodiputado polaco es, a mi entender, en mayor o menor medida lo que piensan la mayoría de los hombres de su generación.
Hablo en general ya que en otros continentes, dependiendo de las culturas, las cosas son todavía peores.
Lo único especial que ha hecho este señor, es haber actuado, tal vez pensando que alguien le apoyaría, pero se ha encontrado con una gran cantidad de hipócritas que le han hecho frente.
Recuerdo tantas y tantas veces que han salido a la luz asuntos de este estilo y lo que he tenido que oír por parte de los hombres que tengo cerca, me resulta aburrido, y diré como Machado:

Olvidado por sabido y enterrado cual la momia de Ramsés.

No niego que las gente joven esté empezando a darse cuenta de la importancia de las mujeres en la vida no solo de los hombres, sino de la comunidad, son niños que han venido más evolucionados, tienen ideas propias y piensan por sí mismos.

Javier Arakistain, “Arakis” está haciendo un trabajo realmente importante para intentar cambiar la consideración hacia la mujer, por lo menos en el ámbito del arte, que es donde él trabaja.
Desde aquí deseo expresar el agradecimiento que siento hacia él y mi admiración sin límites.
Es tan profundo su compromiso que cuando habla se nota que, además de estar muy preparado intelectualmente, lo hace con el corazón.



En relación con el respeto a la diferencia, diré que yo no he tenido que hacer el más mínimo esfuerzo para tenerlo desde que nací.
Me encanta tener la nariz con caballete.
Algunas veces me han hecho comentarios acerca de por qué no me operaba, tanto hombres como mujeres.
Me decían que habían estado estudiando mi perfil y consideraban que ganaría en belleza si lo hiciera.
Yo sonreía y pensaba:

Si supieras que lo que más me gusta de mi físico es la nariz.
Tal vez no sea gustar la palabra idónea sino interesar.
¿Para qué quiero yo una nariz chatita en plan tobogán?
¿Para ser como todas las mujeres que quieren parecer guapas?
Y pregunto:
¿Cómo saldrán los hijos de esas mujeres que tenían un napión y se lo han reducido a la tercera parte?

Me casé con un hombre del que estaba muy enamorada y tenía una nariz muy bonita, más bien pequeña, proporcionada con sus facciones.
También tenía los ojos verdes y una tez radiante que en verano adquiría un color dorado precioso.
Al pasar el tiempo y tener hijos con él, me di cuenta de que estuve muy acertada de haber elegido al hombre adecuado para ser el padre de mis hijos.

Tanto mi padre como mi madre tenían la nariz aguileña, algo común en el país de los vascos, así que un día que estaba charlando con mi madre, quise gastarle una bromita, sin acordarme de lo que ella decía a menudo, refiriéndose a sí misma:

No olvides Blanca, que más sabe el diablo por viejo que por diablo.

Así que le pregunté:

Mamá, cuando te casaste con papá ¿no pensaste en que al tener los dos la nariz con caballete, te saldrían los hijos con narices como la mía?

A lo que ella respondió sin inmutarse:

Cuando naciste no la tenías así.
Tenías una nariz chatita y muy pequeña.

Me quedé muda. 

No obstante y para compensar el desplante, mi padre que me adoraba, siempre me llamaba "chatita", lo que demuestra, una vez más, que el amor distorsiona la mirada.






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