viernes, 24 de marzo de 2017

DOSCIENTOS VENTICINCO







Creía que a estas alturas de la vida ya no me llevaría grandes sorpresas, no obstante lo que me pasó ayer por la tarde, fue una clara demostración de que estaba equivocada.
Desde hace tiempo, presento mis fotos en un concurso en el que marcan el tema y hay que seguirlo a rajatabla.
En general son fotos que tengo a mano, por ejemplo arquitectura, paisajes de playa, de campo, luces y sombras, retratos y asuntos por el estilo que, o bien ya los tengo en mi colección o puedo salir y sacar las fotos cerca de casa sin demasiado trabajo.
Uno de los últimos que pedían era “El cuerpo humano”.
Se me ocurrió decirle a Beatriz que me dejara sacarle a ella y se negó en rotundo.
Estaba tumbada en su cama viendo algo muy interesante en su iPad.

¿Cómo se te ocurre semejante cosa?
¿No te das cuenta de que estoy ocupada y super a gusto?

Si, ya me había dado cuenta de que no era el mejor momento para pedírselo, pero como mi determinación corría prisa, decidí hacerlo yo misma con mi propio cuerpo, por lo que fui a mi cuarto, quité el edredón de mi cama, abrí la ventana para que entrara bien la luz, encendí las lámparas con el fin de que crearan sombras y me desnudé.
Puse mi iPhone en Cámara y resuelta a hacer unas fotos que después editaría y quedarían estupendas, me puse las gafas para no cometer errores.
Intenté ver lo que se veía en el móvil cuando enfocaba mi cuerpo y no podía dar crédito a lo que mis ojos vieron.

Un ballenato de carne blanca, unas formas escandalosas, algo imposible.
Me pegué un susto morrocotudo.
Cerré el iPhone, me vestí corriendo y traté de olvidar la escena.
No quise volver a pensar en aquello.

Luego tuve clase de natación y con toda la naturalidad de la que soy capaz, me puse el traje de baño y me paseé entre las walkirias de mi gimnasio, haciendo de tripas corazón, como si fuera una más.
Y me pregunto qué ha sido de mi fuerza de voluntad.

¿Por qué no hago un esfuerzo sabiendo que detesto la gordura?

Y una vez más recuerdo a Gandhi cuando decía:

Se llega más lejos con la fuerza de voluntad que con la inteligencia.






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