jueves, 16 de febrero de 2017

CIENTO NOVENTA







Llego a casa y me encuentro un agradable silencio en un espacio ordenado.
Reviso las plantas y todas están contentas, excepto la azalea cuyas flores han decaído.
¿Me habrá echado en falta?
La he regado más de lo habitual, espero que se recupere, no me gustaría tener que podarla.

El viajecito a Madrid ha sido un éxito.
En realidad, lo que ha sido un éxito, ha sido que el profesor me ha encontrado muy bien y ha empezado a bajarme la medicación.

Respecto a mi rodilla poco se puede hacer, ese es otro asunto que no le corresponde a él, sino a mi tomar la decisión de operarme, lo cual está al margen de mis intenciones.
Caminaré despacio, aguantaré el dolor y los inconvenientes.
Lo que sea menester, con tal de no entrar en un quirófano.
Resumiendo, que mi salud va viento en popa.
El doctor Álvarez de Mon y yo hacemos un buen equipo.
Él me dice lo que tengo que hacer y yo lo hago.
Soy obediente por la cuenta que me trae.
Él está encantado conmigo, dice que ver lo malita que llegué a su consulta hace año y medio y verme ahora tan bien, le hace feliz y le genera endocrinas.
Le miro sonriendo y pienso:
A mi más.

Ya, doctor, la verdad es que me encuentro muy bien, pero eso hace que coma demasiado y no me gusta estar gorda.

Está inflamada.

¿De verdad estoy inflamada?

Eso es lo que yo digo cuando me dicen que estoy gordo.

Me entra la risa.

Disfrute de la vida todo lo que pueda, que bastante mal lo ha pasado.

A mi rodilla no le va bien.

Ya nos ocuparemos de eso más adelante.

Y me voy tan contenta a cenar en un argentino que está cerca de mi hotel y hacen esa mitad de pollo deshuesado a la brasa, que solo los argentinos conocen el secreto y que me encanta.

Hoy pensaba haber ido al palacio de Velázquez para ver la exposición de Txomin Badiola, pero encontré un libro antiguo de Sánchez Dragó en un puesto callejero y he preferido quedarme en el hotel leyendo.
Es un diario que publicó en el 96 y me pregunto, cuantas veces habrá tenido que mirar el diccionario para encontrar tantos palabros imposibles de repetir, ya que en aquel tiempo escribía en folios blancos, no usaba ordenador.
Me entretiene y aunque se repite y da más vueltas que un tiovivo a cada tema, me gusta.

Solamente empezar a leer el primer capítulo en el que describe Kioto como la ciudad más bonita del mundo, me cautivó.
Estuve en Kioto hace mucho tiempo y he de confesar que la ciudad antigua de Kioto y sus jardines, me dejaron sin palabras.
Como reconoce Dragó, su belleza es inefable.


Así que vuelvo contenta, con ganas de recuperar mi rutina tranquila y mi diario.

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