viernes, 17 de febrero de 2017

CIENTO NOVENTA Y UNO







Mi hijo pequeño, que está haciendo el doctorado, me ha contado que la semana que viene presenta algo en Tubingen, por lo que he mirado el mapa de Alemania para ubicarme.

Y así, tontamente he seguido investigando en Google Maps por el este hasta llegar a Alaska, en donde estuve una vez de paso, yendo a Japón.

Nunca he estado en Rusia ni se me ha presentado la oportunidad de ir allí, aunque me quedé con ganas de conocer San Petersburgo cuando leí Anna Karénina por segunda vez, uno de los mejores libros que he leído en mi vida

Me suele sorprender que, cuando publico algo en el blog dedicado a mi producción artística, me ve mucha gente de Rusia, más incluso que de España.
Supongo que al tratarse solo de imágenes les resultará fácil.

Además de que yo he viajado bastante, desde hace mucho tiempo escucho un programa de radio Euskadi que presenta Roge Blasco, los domingos de 22:00 a 24:00, en el que invita a viajeros que han estado en lugares generalmente lejanos y desconocidos y cuentan lo que han visto y aprendido.
Me encanta viajar a través de lo que relatan esos atrevidos trotamundos, que a veces dejan todo lo que habían construido en su país de origen, se compran una furgoneta que ellos mismos acomodan y se lanzan al mundo en busca de aventuras.
Unos quieren ver mundo, sin tener las ideas muy fijas, otros se interesan por la naturaleza salvaje, algunos ni siquiera saben lo que buscan, tal vez huir de lo cotidiano.
Lo que puedo asegurar es que los que vuelven para contarlo, están entusiasmados y solo piensan en el viaje.
Algunos van solos, otros en pareja o con amigos.
Los que más me impresionan son los que van teniendo hijos en el camino, éstos son los menos.
Da gusto comprobar lo espabilados que salen esos niños que aprenden idiomas, conocen todo tipo de gente, todo tipo de comida y hablan del mundo con un realismo que para mi lo quisiera.

En fin, el viaje. 

Yendo a Madrid en un magnífico autobús que sale de Getxo y se llama Premium, he tenido la sensación de que yo no estoy para grandes viajes.
Mi rodilla no aguanta esa posición de quietud.
Podré moverme por Europa, mas creo que debo olvidarme de esos viajes de horas y horas que incluso estando en perfectas condiciones, me agotaban.
Me alegro de haberme animado a irme tan lejos a pesar de saber que el jet lag me mataba.
Donde mejor me encuentro es en mi casa.
Viajar, para mi, es un suplicio más que un placer.







No hay comentarios:

Publicar un comentario