lunes, 20 de febrero de 2017

CIENTO NOVENTA Y CUATRO







Ayer estuve viendo un programa sobre la adicción al móvil y me quedé pensando, en que va a ser difícil que consigan parar ese tema.
Un smartphone, que es lo que la mayoría de la gente maneja, se convierte en algo casi necesario ya que es un ordenador, en el que se tienen todos los datos que se utilizan, tanto en el trabajo como para el ocio y otras actividades.
Imposible diagnosticar donde está el límite entre usar un smartphone como adicción, o pura necesidad para facilitar la vida.
El tema de ayer se basaba en los adolescentes, mas a medida que avanzaba la conversación con el psicólogo que dirigía el grupo y que luego se quedó hablando con Jordi Évole, había momentos en que se ponía difícil la terapia, porque las personas mayores también utilizamos el móvil y nos gusta, incluso más que salir a la calle y relacionarnos con gente de carne y hueso.
Hemos encontrado en las redes sociales unos amigos que no nos exigen nada y nos proporcionan información, no nos interrumpen cuando hablamos de los temas que nos interesan y si por casualidad, hacen o dicen algo que no es de nuestro agrado, les bloqueamos y ni siquiera tenemos que disculparnos.
Además, y esto es algo a lo que no se puede replicar, todavía no ha pasado suficiente tiempo como para que se haya llegado a saber, cuales son los verdaderos peligros de la era digital.

Cada día hay más colegios en los que los niños solo usan un iPad y todos están contentos, niños, padres, profesores y alumnos.
Y no estoy hablando de Finlandia sino de colegios trilingües en algunos pueblos del país vasco,.

Lo más gracioso es que los padres aparentan tener una gran preocupación con el móvil, no obstante les compran uno a sus hijos cuando cumplen doce años, porque “todos lo tienen”.
“Todos lo tienen” y “todos lo hacen” es el mantra imposible de rebatir.
El afán de los hijos por estar conectados a su móvil, es la manera perfecta para que los padres amenacen con quitárselo si no estudian, o no obedecen.
El adolescente es capaz de hacer lo que sea necesario, con tal de seguir con su móvil en el bolsillo.
Los padres reconocían que a ellos también les gusta estar conectados y aunque estén en la mesa, lo miran y hablan si les llaman.

La verdad es que resultaba incoherente lo que allí se trataba.
Lo que decía el psicólogo parecía sensato, pero a mi me resultaba académico.
La vida y las costumbres cambian, avanzan, evolucionan y ahora, en la época en que vivimos, el móvil es un dispositivo casi imprescindible para resolver problemas, entre otras cosas.

Hace veinte años más o menos yo no tenía móvil, aquí nadie lo tenía, recuerdo que algunas personas tenían teléfono en el coche como algo excepcional.
Pues bien, llegué al aeropuerto de Kuala Lumpur y me sorprendió que todo, todo el mundo estaba hablando con un móvil.

Nosotros vamos detrás pero llegamos a lo mismo.
Intentarán hacernos ver que es una adicción peligrosa, que es mejor tomar un café con una persona de carne y hueso y toda la retahíla de tópicos que repiten como loros y sin embargo, me temo que seguiremos haciendo lo que nos dé la gana como hemos hecho siempre.

Cuando pedía consejo a mi madre, ni se molestaba en dármelo, simplemente me decía:

¿Para qué me preguntas si vas a hacer lo que te dé la gana?

Para saber lo que piensas tu.

Sabes muy bien lo que pienso.
Yo soy antigua.
A mi no me gustan los cambios ni cómo se vive ahora.



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