martes, 24 de enero de 2017

CIENTO SESENTA Y OCHO







Aunque me cueste creerlo y por más que me empeñe en vivir encerrada en mi concha, es imposible.
Hoy han venido a cambiar la bañera de un cuarto de baño por una ducha.
A la 8 de la mañana han tocado el timbre.
Más tarde han quitado la calefacción y ahora creo que están cerrando la llave del agua.
Mi primera reacción podía hacer sido de queja, no obstante he recapacitado y he comprendido que tenemos suerte de poder hacerlo, porque los cuartos de baño van a quedar mucho mejor.
Bañarse es algo antiguo, no demasiado higiénico y por otro lado, eso de ducharse con una cortina de plástico es un poco chapucero.
En mi caso, con el problemilla que tengo en la pierna que me rompí, va a resultar más fácil entrar en la ducha que en la bañera.
Cuando tengamos nuestros cuartos de baño con las mamparas de cristal como en los hoteles, vamos a estar mejor.
Además no es el fin del mundo, como cuando cambiaron las ventanas que tardaron dos semanas y pusieron la casa patas arriba y dejaban la puerta de la entrada abierta y entraban y salían los hombres en todos los cuartos, yo no sabía donde meterme, aquello fue espantoso pero mereció la pena, porque las ventanas nuevas son estupendas, aíslan la casa de todos los ruidos, excepto de los que hacen los vecinos de arriba, pero ante eso no veo solución posible.
No solo son ruidosos porque tocan algunos instrumentos musicales, sino también porque discuten en alto.
Un día le dije a la mujer que les oía todo, simplemente para que lo supiera, no especifiqué qué era “todo”, no hablé de las disputas, solamente dije “todo” y ella se debió de dar cuenta porque bajaron el tono y estuve tranquila durante una temporada, pero han vuelto a las andadas.
No me quejo mucho porque me acuerdo de los refugiados y no me queda más remedio que dar gracias al cielo por tener un techo, calor y comida todos los días y puedo dormir en mi cama calentita.




Hace tiempo tuvieron que reforzar toda la fachada de la casa y tuvimos que vivir varias semanas con las persianas cerradas porque si las abríamos aparecían operarios al otro lado y resultaba extraño.
Era como tener un hombre casi dentro de la casa.

Es por este tipo de cosas por lo que yo quiero ser siempre consciente de lo que tengo, aunque los días tranquilos puedan parecer aburridos, en el fondo son excepcionales.










No hay comentarios:

Publicar un comentario