Lo bueno de ser una persona mayor como me considero yo con setenta años vividos a fondo, es que no añoro absolutamente nada de mi juventud.
Al contrario, doy gracias al cielo por haber encontrado el estado de paz del que disfruto.
He sido tan inquieta que no podía estar en casa.
Mucha calle, viajes, gente, fiestas, inauguraciones, más gente, en definitiva, una vida agotadora.
Sin embargo ahora vivo tranquila, me encanta estar en casa y no busco nada.
Doy gracias al cielo por haber llegado a la plenitud.
Tengo algunos problemitas de salud pero como estoy bien medicada y me cuido, me encuentro bien, que en definitiva es lo que me importa.
Una vez estaba en una galería de arte viendo una exposición y solo estábamos una señora mayor y yo.
Yo tendría 35 años.
La señora me comentó algo sobre los cuadros y poco a poco entablamos una conversación, en la que ella me decía que le gustaría ser joven y yo le dije que estaba deseando ser mayor.
¿Para qué quieres ser mayor?
Para estar tranquila.
Contesté muy segura de lo que quería.
Deseaba esa serenidad que creía ver en las personas mayores.
Te equivocas.
La paz no depende de la edad.
Yo también me pongo nerviosa a menudo.
No he encontrado la tranquilidad a la que tu te refieres.
Terminamos así la conversación.
Yo, en mis trece, estaba segura de que encontraría la paz, y ahora, pasados tantos años, recuerdo aquella conversación y reconozco que pongo todo mi empeño en mantener ese estado de paz interior, que es la prioridad en mi vida.
No me equivocaba como aseguraba aquella señora.
Encontré esa paz que tanto anhelaba, gracias a la necesidad imperiosa que me hizo buscar hasta encontrarla.
Antes tenía que hacer un gran esfuerzo para calmar mis inquietudes, mas poco a poco lo que me cuesta es salir de ese estado casi beatífico, que me complace por encima de todo.
Y cuando me salgo de ahí, duro poco tiempo fuera, porque detesto no estar conectada con mi paz interior.
Solo ahí encuentro mi bienestar.
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