domingo, 1 de enero de 2017

CIENTO CUARENTA Y CINCO








O acepto que estos días son especiales y por mucho que me empeñe en seguir mi rutina no lo voy a conseguir, o peor para mi, así que me uno a lo que traiga la vida.
No me queda más remedio que aceptar la realidad.
He intentado escaparme pero no lo he conseguido.
Me rindo.
Hasta tal punto me influye lo que sucede en mi entorno, que por más que lo intento no consigo concentrarme en nada, ni en lo que me gusta ni en lo que me disgusta.
Me siento débil ante los millones de felicitaciones, videos, fuegos artificiales…

Parece que los fantasmas juegan conmigo.
De repente paso por la entrada de mi casa y veo algo debajo de la puerta.
Pensando que podría ser un paquete o un sobre, me he acercado y era una serpentina de color morado que ha entrado sola en mi casa.
¿Qué he hecho yo para merecer tanto castigo?


Me han invitado a subir fotos a una web de National Geographic pero avisan que no puedo editarlas.
Quieren mostrar el mundo tal cual es, así que he subido unas fotos de la torre Iberdrola que saqué ayer y a los cinco minutos ya tenía casi cien “me gusta”.


En cambio, a pesar de que ya tengo los treinta libros en papel de mi segunda novela, “El esfuerzo precede a la satisfacción” que me entrega la editorial, no tengo ganas de moverlo, ni siquiera lo he anunciado en FB.


Solo quiero y deseo pararme.
A veces me altero tanto, que parezco un camión bajando una cuesta sin frenos.
En esos momentos me doy cuenta de la importancia de mantener la paz interior.
No puedo ni quiero soltar las riendas de mis caballos.
Si se van lejos, luego cuesta mucho hacer que vuelvan al redil.



No deseo ser una eremita mas prefiero pecar de soledad que de la vida social, a no ser que ésta sea a través de internet.





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