martes, 10 de enero de 2017

CIENTO CINCUENTA Y CUATRO







De casi todo lo que experimento me queda algo que aprendi y lo recuerdo de vez en cuando.

Incluso en una película que ni siquiera me gustó demasiado, tal vez porque no presté atención o no la entendí, si hubo algo que me llegó al corazón, la doy por válida.

Me viene a la cabeza una frase que le dijo Michelle Pfeiffer a Sean Connery en “La casa Rusia”.
Ni siquiera recuerdo la historia, no obstante sí tengo presente que Michelle era una mujer rusa 
que vivía en Moscú, de manera humilde y Connery era un americano sin problemas materiales.
Poco a poco parece que se enamoran y cuando él se declara, la bella Michelle, que no estaba demasiado cuidada ni arreglada, tal vez incluso con un delantal y aspecto frágil, le contesta con tanta dulzura como aplomo:

En mi vida solo hay espacio para la verdad.

Rotunda.
Era evidente que no coqueteaba.
Creo que hasta el americano se quedó impresionado.





Mi exmarido era un cinéfilo empedernido.
Desde que era pequeño se escapaba del colegio para ver sesiones dobles.
Con él aprendí a ver toda clase de géneros, incluido el western, al que nunca conseguí aficionarme.
Mientras él se entusiasmaba cada vez más con el cine americano, yo me iba afrancesado con el cinema verité y Les Cahiers du cinema.
A veces no nos quedaba más remedio que ir a Biarritz para ver las películas que no se podían ver en España.

En Nueva York descubrió un canal, en el que pasaban películas durante toda la noche y se quedaba despierto, encantado, mientras a mi me costaba dormir a causa del sonido.




Todo ha cambiado y sin embargo sigo considerando un auténtico placer, la idea de meterme en una sala de cine, a oscuras y sin nada ni nadie que me distraiga.

Si además la película es en V.O. con subtítulos, mejor todavía. 






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