viernes, 30 de septiembre de 2016

CINCUENTA Y SIETE







Hacer gestiones bancarias me sumerge en tal estado de impotencia, que a veces prefiero dejar que me roben, antes que tener que usar mi cabeza para asuntos de números.
No es que tenga la intención de seguir los pasos de Henry David Thoreau, y retirarme del mundo, no voy tan lejos, pero soy capaz de hacer lo que sea necesario, con tal de mantener mi paz interior.
Los asuntos de dinero me pueden alterar demasiado si me los tomo en serio.

Hablando de otro tema mucho más interesante, es que he empezado a ir a diferentes clases en Hydra, que es el gimnasio que hasta ahora solo utilizaba para nadar.
He empezado a andar en bici, y he asistido a dos clases de Hipopresivos que me encantan y tengo la sensación, de que es exactamente lo que necesito.
A través de una respiración controlada con apneas se consigue fortalecer la faja abdominal y el suelo pélvico.

También asistí a una clase de Pilates suelo, pero es demasiado dura para mi.
De momento tendré que seguir con Pilates máquina, que me va muy bien.

Entre la escritura y las clases, ya no me queda tiempo para el cine y las series, pero no me importa. 
No solo me gusta el gimnasio sino que además me conviene.
He estado tantos años inmovilizada y pasándolo mal, que ahora todo me parece maravilloso, desde ir a Zara para comprarme una camiseta, hasta ir a Bilbao y tomar una felipada en el bar Alameda.

Se me pasan los días volando y cuando me meto en la cama, agotada, me parece mentira lo bien que me encuentro y saber que voy a dormir como un lirón.
Hasta dormir por la noche es una novedad para mi, después de años seguidos sin pegar ojo.

¡Cómo me alegro de haber dejado la medicina natural y haberme puesto en manos de la alopática, de la que tanto renegué!



Hoy hace un día maravilloso.
Perfecto para ir a ver la exposición de Bacon en el Guggenheim.
Me parece un regalo extraordinario.
He dado muchas vueltas por el mundo para ver a estos pintores magníficos y ahora me los ponen en bandeja, al lado de mi casa.
Parece mentira pero es verdad.

Mientras construyeron el Guggenheim yo vivía en Los Ángeles y no tenía intención de volver a Bilbao, pero cambié de opinión y volví.

Lo primero que hice fue ir al Guggy, incluso antes de visitar a mi madre y tanto me fascinó, que a pesar de que había empezado a vivir en Barcelona, cambié de opinión una vez más y decidí quedarme en Bilbao en donde estoy encantada.





jueves, 29 de septiembre de 2016

CINCUENTA Y SEIS







Hace un día maravilloso.
Me encantaría ir a la playa, pero es imposible porque tengo una cita en Bilbao a las 15:15, para un asunto referente a mi salud, lo cual es prioritario.
No sé si podré ir por la tarde, a la 19:30 tengo clase de natación y después Hipopresivos.
Todo lo relacionado con mi bienestar físico y mental tiene preferencia.

Ayer dediqué el día al ejercicio.
Por la mañana Pilates de máquina y por la tarde un rato de bici y natación.
Fui a una clase de Pilates suelo pero me pareció muy dura, todavía mi pierna no me lo permite.

Me siento mejor por momentos y eso me anima a seguir esforzándome.

Me han pagado parte del dinero que me debían de la venta de un cuadro.
Parece ser que estipo de asuntos van despacio.
Cuando se lo cuento a Beatriz, se queda mirándome como si no le entrase en la cabeza que yo no sea capaz de forzar las cosas.
Pues no soy.
No quiero pasar un mal rato.
Si no me paga será porque le viene mal y yo puedo seguir viviendo.
No voy a negar que me gustan más los buenos pagadores, pero ya estoy metida en este negocio y de momento tengo intención de seguir.

Mientras iba y venía de la clase de Pilates al antiguo bar Caracas, que durante muchos años era mi refugio y ahora se llama El faro, me encontré con mucho gente que conocía, incluidos mi hermano Gabriel y su mujer.
Me daba gusto saludarles a todos.
Venían de un funeral de alguien un poco mayor que yo.

Desde muy pequeña he visto la muerte de cerca, ya que cuando yo tenía once años, mi primo mató a mi hermano Carlos que tenía diez y seis, de un tiro en la cabeza.
Jugaban con una pistola que se suponía estaba descargada.
Fue la primera vez en mi vida que supe lo que era el dolor, algo que no se puede dominar aunque se quiera.

Desde aquel día, todo cambió en mi familia.
Hasta entonces, mi madre había sido una mujer alegre, cariñosa, pendiente de todos sus hijos, que éramos siete.
A veces mi madre lloraba y los fines de semana se iba a Francia con mi padre.
Decían que era para distraerse.

A mi nadie me hacía caso, notaba que me dejaban aparte en las conversaciones de los mayores.
Menos mal que me llevaba muy bien con Jose, mi hermano pequeño, con el que siempre estaba, e  íbamos al mismo colegio.

Mi hermano Carlos era especial.
Hacía muchas trastadas y le castigaban bastante, pero no le importaba.
Tenía tanta imaginación que siempre conseguía divertirse.
Era brillante, valiente y encantador.
No tenía miedo a nada.
Una vez se le metió un pedal de la bici en la parte de la bola de la pierna y se le veía toda la carne ensangrentada y no lloró.
Me impresionó y mi admiración hacia él creció.

Esa fue la primera tragedia.






miércoles, 28 de septiembre de 2016

CINCUENTA Y CINCO





Se ha presentado una situación que no sé cómo se resolverá.
Mi hijo el pequeño, que vive en Berlín con su mujer y su hija, no saben qué hacer durante una semana en la que él tiene que ir a Corea para dar una conferencia y Lisa tiene que estar en Suecia, que es donde trabaja todavía.
Yo me ofrecí a ir a Berlín.
Me apetece estar sola con Odita, porque durante los años en que he estado enferma y con la pierna y la clavícula rotas, no he podido disfrutar de ella.
En otra ocasión en la que se planteó algo similar, vino él, la dejó aquí, y volvió a buscarla.



Aquí tengo mi vida muy organizada y mi casa está agradable, aunque quisiera retirar las cosas de pintura ya que no tiene sentido que estén aquí, sin ser utilizadas.
Es algo en lo que voy dando pasos y de repente ya no puedo más y lo dejo, pero es una tarea pendiente.
Lo último que hice fue llevar los cuadros que me habían sobrado de las exposiciones a una tienda de Las Arenas, que ha abierto Rocío Velasco que es amiga y me ofreció sus paredes.
Ya ha empezado a venderme algunos cuadros, así que he desalojado un poco mi espacio.
¡Qué difícil es deshacerse de los objetos y conseguir ese vacío que tengo anhelo!

Sobre todo ahora que solo trabajo con el ordenador, me pregunto ¿por qué hay tantos papeles a mi alrededor?
No me lo explico.
Hice una especie de trato conmigo misma, en el que me comprometía a dedicarme media hora cada día a deshacerme de lo que no utilizaba.
Empecé muy bien, se notaba que había más orden pero al cabo del tiempo me di cuenta de que lo único que hacía era cambiar las cosas de sitio.
Además, tengo una afición desmesurada al cartón.
Me encanta.
Guardo todas las cajas.
Me resisto a tirarlas.
Es un material tan cálido, tan útil y bonito que cuando voy por la calle y veo los montones de cartones que dejan fuera de las tiendas, me quedo mirando extasiada como si fueran esculturas y me dan ganas de cogerlos y llevarlos a mi casa.

Cuando vivía en Malibu, California, no tenía estudio así que me organicé un modo de seguir haciendo arte, con cartones grapados en la pared y en ellos grapaba trozos de cartulina de colores.
Quedaban preciosos.
Tenía un marchante que me organizó varias exposiciones y al final los tuvieron colgados en un restaurante en el que trabajaba mi hijo y al que acudían actores y actrices de cine.
Era un lugar discreto y se sentían a gusto.
Yo solía ir a buscarle cuando terminaba de trabajar y tuve la ocasión de conocer a personas a las que había visto en el cine muchas veces.
Los que más me impresionaron al verles de cerca fueron Barbra Streisand y su marido.
Tenían algo especial.

Brillaban.



martes, 27 de septiembre de 2016

CINCUENTA Y CUATRO







Ayer tuve clase de escritura y pude comprobar las diferentes reacciones de la gente ante el mismo texto.
Leí tres fragmentos de mis diarios, correspondientes a los primeros días de esta semana y lo comentaron como si pertenecieran al presente.
Yo escuchaba perpleja.
No me apetecía dar explicaciones.
Ya les había contado lo que me pareció conveniente y al principio de cada segmento, decía la fecha en que habían sido escritos.
El tiempo pasa y lo que en un momento tiene una importancia capital, puede dejar de tenerla al cabo de un rato.
Eso es lo que sentía mientras decían lo triste y dramático que les parecía mi estado.

Yo me veía tan alejada y distante de lo que ellos interpretaban, que creo que tengo que profundizar y reflexionar más sobre lo que deseo expresar.

Tengo la sensación de que Íñigo, el profesor, se da cuenta de que sé lo que me traigo entre manos y me da consejos para que escriba con más consciencia.
Intentaré hacerlo.
Sin embargo, mi propósito no es gustar sino despertar, más bien gritar.

No me interesa gustar ni que algo me guste, eso lo dejo para las flores.
Prefiero lo que me incita a recapacitar, aunque me cueste un esfuerzo.

Siempre disfruto en esas clases.
Siempre.
Está garantizado.
Elevan mi espíritu y me obligan a pensar.
También me ayudan a ponerme en mi sitio.

Cuando salgo de la clase y me paseo por la avenida de Basagoiti, tengo la sensación de ir sin tocar el suelo, me siento dichosa y plena.

Escribir es como pintar con palabras.
Como con el color, trato de usar pocas, pero con el significado preciso.

Ya en casa, estaba contenta, saboreando las mieles de la literatura y llegó Beatriz.
Tuvimos una leve conversación que me alteró.
No sé si me tiene manía o es su manera de ser, pero hay algo entre ella y yo que, como decía la madre de mi compañera de habitación en el hospital de Cruces:

“Madera del mismo árbol no hace cuña”.

En aquel tiempo, ella se refería a la relación de mi madre conmigo, pero parece que también se puede aplicar a la de mi hija conmigo.

Intento aceptar la vida como viene y ejercitar el dominio de mi fuerte carácter, que reacciona como si le picara una avispa en cuanto hay algo que no entiende.





lunes, 26 de septiembre de 2016

CINCUENTA Y TRES









Ayer pasé un día maravilloso.
Como quería votar por encima de todo, no me quedó más remedio que salir de casa y una vez cumplido mi cometido, me apeteció hacer una excursión que tengo in mente, desde que supe que existía ese lugar.
Se trata de “El Hayedo de Otzarreta”, que está cerca del Gorbea, por lo que antes de salir, por si acaso, imprimí la ruta y la estudié un poco.
Hice todo bien, hasta que me pasé.
Tenía que haber salido antes de Durango y para cuando me di cuenta, ya estaba en dirección a Guernica, por lo que como era tarde me fui a comer a Boliña el viejo, que me encanta.
Disfruté de lo lindo.
Era la primera vez que iba sola y me trataron tan bien, que me sentí como en casa de mi abuelo.

Tras una comida opípara, tomé la dirección de Bermeo .
Me gusta volver de los sitios por un camino diferente.
Paré en Mundaka.
La marea estaba baja y el paisaje que se veía desde arriba no podía ser más conmovedor.
Arena y agua se juntaban dulcemente y para ello utilizaban un gran espacio, en el que en un momento determinado, sin esfuerzo, con suavidad y casi ternura, entraban las olas acariciando la arena.
El cielo gris proyectaba una luz tenue, que contribuía a formar un conjunto unido, sin contrastes, envolviendo todo con un halo mágico.
Era tan hermoso, que quise saber más de ese pueblo al que viene gente de todo el mundo.
La fama le viene por la ola.
Yo no surfeo y sin embargo me hubiera quedado allí muy contenta, entre sus calles estrechas y su vegetación, mirando una mar que hablaba de calma, más que de galernas. 


Paré en Bermeo, pero no ejerce tanta fascinación desde que los barcos de pesca se han hecho importantes, así que me animé a ir al cine de Artea para ver “El hombre de las mil caras” que me encantó.
No me aburrí ni un momento, es una película realmente entretenida.

Vi un poco en la tele los resultados de las elecciones que no me causaron ningún sobresalto y me fui a la cama sin cenar, con la sensación de haber pasado un día estupendo y el firme propósito de hacer más excursiones.


Además, en Mundaka filmé videos cortos, que publiqué inmediatamente en FB y en Instagram y tuvieron un éxito notable.





domingo, 25 de septiembre de 2016

CINCUENTA Y DOS








Estoy entusiasmada con mi nuevo blog “moda fuera de la moda”.
Gracias a este interés que me ha surgido de forma repentina, estoy descubriendo un mundo en el que nunca me había metido, porque me parecía que todo estaba enfocado al chico o a la chica.
Ahora estoy viendo que, aparte de que eso está superado, también hay arte y creatividad, llevados al extremo.

Mi nuevo blog tiene tanto éxito, que ya me han invitado a ir a la radio y eso que solo hace dos días que surgió de la nada.
Me encanta hacer blogs, es tan fácil y son tan entretenidos que no me cuesta nada actualizarlos a pesar de que ya tengo más de veinte.
Me gusta hablar a la cámara, me sale de manera natural.

También han empezado a hacerme comentarios sobre mi diario, en los que me animan a escribir más y mejor.

Respecto a la lectura, ya me he metido de lleno con los ensayos de Montaigne.
Todavía no me atrevo a dar una opinión, necesito leer más.
Lo que es un hecho, es que todos los escritores hablan de él como del gran maestro, así que tengo intención de darle una oportunidad, aunque me cueste.


Ayer no salí de casa en todo el día, a pesar de que hacía un tiempo estupendo.
Estoy tan a gusto los fines de semana, que me cuesta salir si no tengo algo especial.

Hoy es diferente porque quiero ir a votar a Podemos.
Ya no me gusta tanto como al principio, aún así, me parecen mil veces más fiables que los demás partidos, por lo que aunque me dé cierta pereza, haré el esfuerzo y votaré.

Desde que se ha marchado Pizca, tengo la sensación de que no tengo a nadie con quien hacer los planes que me divierten.
Con ella siempre me regocijo, porque nos gustan las mismas cosas y ella es una observadora extraordinaria y los comentarios que hace son originales e interesantes.
Además, cuando estamos juntas nos reímos de todo, aunque se esté hundiendo el mundo.

Tener una amiga íntima, desde hace mucho tiempo y con la que nunca he tenido un roce sino todo lo contrario, es de agradecer.





sábado, 24 de septiembre de 2016

CINCUENTA Y UNO









A pesar de tener bastantes seguidores, rara vez me ponen comentarios, pero cuando lo hacen me animan y constato que hay personas a las que les interesa lo que escribo.
Porque la gracia de pintar o escribir es la comunicación.
¿Donde estaría la gracia de pintar un cuadro y que nadie lo mirase?
He sido testigo de ver cómo se embellecen los cuadros cuando se cuelgan en una pared y la gente se queda quieta, con la mirada fija en un cuadro determinado.

Yo misma he escrito muchos textos con el único fin de desahogarme y me servía como catarsis en momentos de desesperación, pero no es lo mismo que escribir con la esperanza de que haya personas que lo lean y que incluso puedan identificarse con lo que cuento.


Ayer por fin terminé los diarios de Pániker y decidida a meterme con los de Trapiello, quise pedir el último que ha publicado, que se llama “Seré duda” pero no estaba en el Kindle, que para mi es la mejor manera de acceder a los libros que me apetecen, así que casi sin darme cuenta, me salieron los Ensayos de Montaige y cambié de idea y me dispuse a empezar a leerlos.
No solo mi profe, sino todos los escritores que voy conociendo lo tienen en un altar, así que ya me he decidido.
Me puse contenta.
Creo que él es el padre de los diaristas.


Entre mis actividades en internet, una de las más importantes, es que mantengo más de veinte blogs de los que algunos, actualizo a diario.
Me encantan los blogs.
Forman parte de mi autobiografía.
Cada blog trata de los temas que me interesan, literatura, pintura, música, arquitectura, fotografía, cine, series, mis textos, paz y otros, tal vez más concretos.

Pues bien, últimamente, desde que nado, me he cortado el pelo para sentirme más cómoda y noto que me apetece vestirme como un chico.
Investigando la moda que me interesa, volví una vez más a Yohji Yamamoto y me sentí tan identificada con su mentalidad y con sus colecciones, que empecé un nuevo blog llamado “moda fuera de la moda”.
Me quedé satisfecha.

Ahora tendré que investigar a ver si hay algún modisto que esté en una línea tan diferente de las habituales porque si no, me limitaré a publicar todo lo que haga Yohji Yamamoto, que es mi ídolo en asuntos de moda.








viernes, 23 de septiembre de 2016

CINCUENTA








Hoy me siento como nueva.
He dormido plácidamente y parece que el antibiótico ya ha empezado a hacer efecto.
Durante mucho tiempo me negué a tomar medicamentos alopáticos y probé toda clase de medicinas alternativas.
En aquellas épocas mis problemas eran leves y me iba bien, pero cuando las cosas se complicaron, seguí empeñada en solucionarlas de manera natural y lo único que conseguí, además de pasarlo mal de verdad, fue alargar una situación que necesitaba ser corregida drásticamente.
Tardé unos dos años en darme cuenta de que lo que estaba haciendo no servía para nada y tuve la suerte de que una buena amiga, Isabel Aguirre, no contenta viendo que cada día estaba peor, me puso en contacto con el profesor Álvarez de Mon, que es una eminencia en inmunología, e inmediatamente, a pesar de no tener fuerza ni para levantarme de la cama, cogí mis muletas verdes y me fui a Madrid en el Premium, que es un autobús maravilloso en el que siempre me han tratado con gran delicadeza, porque la verdad es que mi estado era como para ir en camilla.
Cuando pararon en Bilbao fui a comprar el Hola y al pagar, vomité.
Pasé uno de los peores ratos de mi vida, pero la chica de la caja se comportó, me llevó a un lavabo y pude limpiarme.
Me pregunto cómo pude llegar a Madrid.


Inmediatamente el doctor se dio cuenta de mi problema.
Había estado mal diagnosticada y por consecuencia mal medicada.

Me empezaron a hacer pruebas y análisis y efectivamente, lo que el profesor percibió en la primera consulta, era acertado.
Desde entonces voy a verle cada dos meses más o menos y estoy en contacto telefónico con él.
Me encuentro bien y aunque no es fácil, algún día espero curarme.

Hago casi todo lo que me dice.
En la natación le miento un poco, ya que él cree que nado una hora tres días a la semana y la verdad es que con media hora ya tengo bastante.
Normalmente tomo una clase los jueves y luego voy algún otro día.
Según él, nadar es el gran secreto.
La verdad es que me sienta muy bien, pero mi pierna no aguanta tanto esfuerzo.
Tengo la sensación de que el profesor no se preocupa demasiado de mi pierna, a él le interesa sobretodo mi vejiga.
A veces se sorprende de que mis análisis parezcan los de una niña.

Ayer, después de la clase de natación fui por primera vez a la clase de hipopresivos.
Es lo mejor para el suelo pélvico.
Me gustó la profesora.
Tengo la sensación de que este curso me voy a dedicar de lleno a recuperarme del todo y eso se hace a través del ejercicio y la alimentación.
He comprobado que mi bienestar depende de mi esfuerzo.













jueves, 22 de septiembre de 2016

CUARENTA Y NUEVE








Hoy me encuentro mejor.
Ayer hablé con el doctor Álvarez de Mon y le pareció que todo lo que me pasa es normal.

Pasé un día agradable.

Me alegro de no haber ido a Australia, porque no estoy en condiciones de hacer un viaje tan largo.
Además, para mi deleite y el de los que no estamos allí, están trasmitiendo los videos de las conferencias de Prem Rawat, por lo que sentada cómodamente en mi casa, tengo acceso a lo que está sucediendo en las antípodas de Europa.
No es lo mismo que estar en aquel maravilloso país, en plena naturaleza y en la compañía de personas a las que por encima de todo nos interesa la paz, pero es de agradecer que se acuerden de nosotros.

Doy gracias al cielo de estar en este mundo cuando la tecnología está pleno apogeo.


Hablé largo y tendido con Pizca.
La encontré un poco desorientada.
Barcelona le ha pillado a desmano.
Estaba tan contenta en Getxo, donde todo lo tiene fácil, que llegar a su casa y empezar a ocuparse de poner las cosas al día, le asustó.
Lo bueno que tiene Pizca es que enseguida da la vuelta a su cabeza y lo que antes era negro, lo pinta de blanco en cuestión de segundos.
Posee una inmensa capacidad para disfrutar de la vida.


No tengo ganas de trabajar, por lo que empecé a ver una serie que me recomendó Begoña Zabala que es una entendida en asuntos de cine, series y teatro.
Se llama “Bloodline”, tiene un buen elenco y está rodada en los cayos de Florida.
No me gustan los manglares, ni siquiera en el cine, me dan miedo los cocodrilos, los caimanes y las sombras que forman, pero la serie tiene buena pinta.

Me fui a la cama temprano, ya casi he terminado el libro de Pániker y tengo intención de meterme con los diarios de Trapiello.
Creo que empezaré por el último, “Seré duda”.

En FB hay una página que se llama “Salón de pasos perdidos” que es un lugar de encuentro para los lectores de los diarios de Andrés Trapillo, así que ahí podré contrastar mis opiniones.
A mi profesor le encanta.
Yo le vi una vez en el programa que tenía Sanchez Dragó los domingos y que terminó antes del verano y me pareció muy interesante.

Lo único que he leído de él, es su “Quijote actualizado” que lo tengo en mi mesilla y lo reviso de vez en cuando.
Me cuesta, pero cuando lo hago me alegro porque Alonso Quijano es un personaje que traspasa las barreras de este mundo.




miércoles, 21 de septiembre de 2016

CUARENTA Y OCHO








Ayer me llamó mi médica de cabecera para darme los resultados de los últimos análisis.
Otra vez tengo infección en la orina, por lo que me recetó antibióticos.
Por otro lado, me dijo que tenía mejor el hígado, lo cual no sé si es una buena noticia.
No salí de casa en todo el día, ni siquiera para comprar la medicación, no me encontraba bien.
He dormido bastante mal, levantándome cada hora para ir al cuarto de baño.

Sin embargo ahora estoy bien, animada.

Haré lo que tengo que hacer sin que suponga un esfuerzo excesivo.

Estar un día entero sin salir de casa es un regalo.
Me tranquiliza, me ordena, es bueno parar.
Además, así como hoy hace un día soleado, ayer estuvo lloviendo y todo estaba gris, no invitaba al paseo.
Saqué una foto de los montes que se ven desde mi ventana.
La publiqué en Instagram y reconocí que tengo unas vistas preciosas, merecen más atención por mi parte.

Se ha muerto Manu Delclaux.
Pienso en su madre.
Es el segundo hijo que pierde.



Hubiera querido tener una serie que me gustase, pero no me decidí por ninguna.
Intenté por segunda vez que me interesase “The wire”, que está considerada como la mejor ya que según María Seco, Almodóvar les obliga a verla a todos los que trabajan con él, pero no consiguió atraparme.
En vista de lo cual, me metí en la cama temprano y escuché el programa de Angels Barceló mientras hacía solitarios.
Ni siquiera tenía ganas de leer a Pániker a quien ya conozco como si fuera un hermano.

Pensándolo bien, bastante mejor que a mis hermanos ya que ellos no escriben diarios y hablan poco.




martes, 20 de septiembre de 2016

CUARENTA Y SIETE







Me temo que mis esperanzas veraniegas se van a ver frustradas.
Aprenderé a aprovechar el sol cuando vuelva, no siempre está garantizado.

Pizca se va hoy.
Con ella no me queda la pena de no haber exprimido todos los momentos que he estado con ella.
Ambas somos mayorcitas y, como diría mi madre, “nuestra vida tiene un techo”.

Si algo hay bonito en esta vida y digno de dedicarle la atención, es la amistad.
Y la amistad que tenemos Pizca y yo, no solo viene de antiguo, sino que tiene intensidad, paralelismos vitales y extrema confianza.
Juntas hemos atravesado tanto los peores momentos de nuestras vidas, como los que han brillado con todo el esplendor.
Y así esperamos seguir hasta el final.

Creo que es la única persona con quien me animo a salir de mi vida monacal.
Con ella hago excursiones, conozco gente, tomo el aperitivo, charlo y sobretodo me comunico y me siento comprendida.

Ayer fuimos a comer a Heidelberg con Rosalía y Juan.
Fue la despedida.
Tampoco es el fin del mundo, porque supongo que iré a Barcelona pronto.

Por la tarde me quedé en casa trabajando.
Tenía que escribir lo de la tapa trasera del libro que me ha costado bastante pero ya está.
Finito.
Ya no tengo que dar más vueltas a ese libro, que estaba empezando a hartarme.

Y me tomé la libertad de ver tres capítulos seguidos, los últimos, de la serie Wentworth, que es la que más me ha gustado de todas las que he visto en mi vida.
Parece increíble que una serie haya podido mantenerme hipnotizada.
Tal vez haya sido porque trataba de mujeres entre mujeres, que es un mundo con el que me identifico más que con el de los hombres, del que me siento muy alejada.






lunes, 19 de septiembre de 2016

CUARENTA Y SEIS






Hasta tal punto estoy inmersa en el mundo digital que ayer, al pasar por un jardín en el que habían podado algunas plantas, el olor era tan embriagador, que sentí un placer inmediato y mi primera reacción fue coger mi iPhone, filmarlo y publicarlo en FB para que llegara a todos mis amigos.
Grande fue mi desilusión, cuando me di cuenta de que el olor no se puede compartir, por lo menos de momento.


Ayer Pizca y yo celebramos su despedida, yendo a comer a Guernica, a Boliña el viejo.
Nos pusimos las botas.
Todo es tan bueno que me recuerda a la casa de mis abuelos, pero aquí la raciones son dobles.
Las croquetas, pequeñas y redondas, con la bechamel más fina del mundo.
Luego tomamos un redondo en su salsa con verduritas, que se cortaba con el tenedor.
Y de postre tienen unas tostadas de crema tan buenas, que a pesar de haber ido muchas veces, todavía no conozco los demás postres.
Soy incapaz de cambiar.

Volvimos por Mundaka y Bermeo.
Hizo una tarde espléndida y como fuimos por el interior donde todo era verde, nos gustó la idea de ver el Cantábrico y los barcos de pesca.
Me gusta ir a los sitios por un camino y volver por otro.

Pasé un día estupendo.
Hacía tiempo que no iba por esa zona y tanto Bermeo como Mundaka merecen ser visitados a menudo.
Ambos tienen una fuerza especial y lo bueno de los domingos, es que los barcos de pesca están en el puerto.

Al llegar a casa actualicé algunos blogs y vi dos capítulos de la serie Wentworth, que sigue manteniendo mi interés y que ya está llegando a su fin.
Me pregunto cómo serán capaces de inventar tanta maldad.


Ya empieza el frío, tuve que ponerme un edredón ligero encima del que uso en verano.
Sin embargo, no pierdo la esperanza de que llegue el veranillo de san Martín y pueda volver a la playa, todavía me quedan unos cuantos baños.








domingo, 18 de septiembre de 2016

CUARENTA Y CINCO








Parece que a Pizca le ha entrado el miedo de tomar la decisión de quedarse aquí sin tiempo para irse haciendo a la idea.
Simón, su hijo, la metió en canción y ahora ella se ve empujada por una fuerza que no es la suya.
No sé lo que pasará, mañana verá por última vez el piso que le ha encantado y supongo que no le quedará más remedio que decir si o no.
No se puede negar que es una planta baja encantadora, con gran terraza e incluso un pequeño jardín, hecha con bueno materiales y en el mejor sitio de santa Ana.

Comprendo que pensar en cambiar de casa, de ciudad y tener que hacer un traslado, puede desencadenar varios ataques de nervios si no se tiene costumbre, pero me temo que antes o después tendrá que hacerlo, porque ella aquí es muy feliz y además está Rosalía, su hija, con quien tiene una relación profunda e intensa.


Ayer comí con Rosa en el Zuría, un restaurante que está en el hotel Jardines de Albia.
Me habían hablado muy bien y la comida estaba buena pero lo encontré desangelado.
Estar con Rosa siempre es un placer tan delicado que le llamo “Rosa sin espinas”.

Pasé el día pensando en Pizca y en que si no se arriesga ahora a venir a Bilbao y se va a Barcelona sin apalabrar la casa, le va a costar hacerlo.
Ya tiene una edad en la que los cambios cada vez cuestan más.

Al anochecer hablé con ella y ya se había tranquilizado.

No quiero darle más vueltas a ese tema porque no es mi responsabilidad y supongo que mezclo las ganas que yo tengo de que se quede, con lo que le conviene a ella.


Por la tarde me quedé en casa descansando y me vi tres capítulos seguido de Wentworth que me encantaron.
Me intriga el motivo por el que en cuanto me meto con una serie que me fascina, dejo de interesarme por el cine.

Me considero una cinéfila de pro, pero ante las series, las películas pasan a segundo plano incluso estando en pleno festival de San Sebastián al que estoy haciendo muy poco caso.



viernes, 16 de septiembre de 2016

CUARENTA Y CUATRO








Desde que empecé a cuidar mi alimentación, duermo tan bien, que cuando me despierto casi no sé en qué mundo estoy, no si es de día o de noche.
Supongo que también influirá que ayer tuve un día muy ocupado.

Estoy ayudando a Pizca a encontrar un piso para alquilar, porque quiere vivir en Las Arenas, en la zona de Santa Ana, que es donde tiene la casa su hija y así, estar cerca y ayudarse mutuamente.
Comimos en Heidelberg y no pudo estar mejor.
Sin lugar a dudas es el sitio que más me gusta de Getxo para tomar un menú, exceptuando al Basalbo Baserri que es mejor y bastante más caro.

Estar con Pizca es un auténtico placer, porque tiene el espíritu elevado y entiende cosas que yo no comprendo.
Por ejemplo, le comenté que me sorprende la cantidad de seguidores que tengo en mis blogs y sin embargo, mis amigas más cercanas no me leen.
En seguida contestó, que la presencia corporal forma una barrera, que impide interesarse por lo que se da por hecho que se sabe.
He pensado en ello y creo que he llegado a darme cuenta del significado, aunque me gustaría indagar un poco más en el tema.

En la clase de natación comprobé que Virginia, mi profesora, es buena y gracias a ella y a mi práctica, mejoro.

Tenía intención de quedarme a la nueva clase de hipopresivos, pero no empieza hasta el día 18, así que la semana que viene la probaré.
Creo que es exactamente lo que necesito para mis problemas de vejiga.

Hice un poco de Skype con mi hijo pequeño, que estaba viendo un documental medio político e intelectual de los que tanto le interesan y me despedí, no quise ser pesada.
Mientras todos estemos sanos me quedo tranquila y no pido mucho más a la vida.
Parece que Odita está contenta en el nuevo colegio.


Seguí con Pániker antes de dormir y sigo pensando que me gusta, porque si no, no estaría tanto tiempo con sus libros, a pesar de que tengo otros diaristas a los que me apetece hincarles el diente, sobre todo a Trapiello, a quien Pániker admira profundamente, o por lo menos eso deduzco por lo que dice en su cuaderno amarillo.




jueves, 15 de septiembre de 2016

CUARENTA Y TRES






No sé si el nuevo rumbo que ha tomado mi vida desde que no hace buen tiempo para ir a la playa será definitivo, así que me limito a vivir el día a día sin comprometerme con nada ni nadie, ni siquiera conmigo.
La vida veraniega, vacacional, yendo a la playa, ocupa un tiempo diferente al del resto del año, en que las actividades van formando una rutina, que en mi caso, es muy agradable.
No obstante, un poco de sol y los baños de mar me sentaban estupendamente, aunque andar descalza sobre la arena ha perjudicado mi rodilla derecha, ya que esa pierna es bastante más corta que la otra, casi cuatro centímetros.

Resumiendo, todo tiene las dos caras de la moneda, en oriente lo llaman el yin y el yang y en la literatura española viene de antaño, ya que Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza, es autor de una obra titulada "No hay mal que por bien no venga", escrita probablemente antes de 1630.

Ayer por la mañana hice un recorrido por los lugares donde tengo en venta mis cuadros y parece que hay interés.
Hace bastantes años, empecé a pintar las carpas de Ondarreta y Zarauz y la gente las conoce.
Exponía en una galería de Madrid donde vendía todo, pero ha desaparecido.

Ahora lo que me interesa es vender los cuadros que me quedan y dedicarme a mi autobiografía, tanto la que empecé hace años en blogs, como el diario escrito.
De momento, no quiero meterme en más berenjenales.

En la tienda de Rocío me encontré con Rosa Landaburu, que se iba a Australia.
Sentí cierta nostalgia de cuando, en ésta época del año, yo también iba tan contenta.
Algunos amigos me mandan fotos y videos desde los aviones y en algún momento, me dejé llevar por la melancolía de aquellos tiempos en que mi salud me permitía ciertos excesos, aún reconociendo que esos viajes de tantas horas son duros, así que me consolé pensando lo tranquila que estoy aquí, en mi casita, sin tener que hacer ningún esfuerzo.

Por la tarde me dediqué a actualizar mis blogs que han estado desatendidos los últimos días.
He empezado a meter videos y fotos en Instagram y me gusta.
Es una manera diferente de relacionarse con la gente que no tiene nada que ver, o muy poco, con FB.
Es rápido y me está gustando.







miércoles, 14 de septiembre de 2016

CUARENTA Y DOS







He salido de casa a las ocho de la mañana para que me hicieran los análisis.
La enfermera me ha pinchado en la vena que yo he señalado y ha acertado a la primera.

Ahora me siento a escribir y sé que tengo pendiente la corrección de la parte de detrás de la cubierta del libro, ya que lo que han escrito en la editorial es un desastre.
Me da cierta pereza pero quiero terminar ese tema, así que en cuanto coja carrerilla con la escritura, me meto con ello y lo hago en un pispás.

Ayer pasé un día estupendo.
Estuve en la peluquería que me recomendó Rocío y me pusieron rubia, por fin lo he conseguido.
En Jean Louis David estoy contenta, pero me ponen pegas para hacerme ciertas cosas que se salen de lo habitual.
Me gustó mucho la nueva peluquería, es personal, tiene poca gente y además está enfrente de la tienda de Rocío, a la que voy a tener que ir a menudo para que se vayan vendiendo mis cuadros.
Pizca vino a buscarme y a pesar de la tormenta tropical que no cesaba, nos fuimos a comer a Basalvo.
Llegamos empapadas y contentas.

Comimos mejor que nunca.
Ese sitio tiene magia.
El cocinero no solo es bueno y conoce su oficio, sino que pone tanto amor en esos bacalaos dos salsas, que no éramos capaces ni de hacer comentarios.
Creo que la tarta de hojaldre con arándanos no tiene nada que envidiar a la repostería parisina.
La única pena fue que el vino blanco no estaba frío y tuvimos que poner hielos.
La próxima vez, cuando haga la reserva, diré que metan la botella en el congelador.

Una vez,  más la clase de escritura despertó mi curiosidad intelectual.
Íñigo, el profesor, leyó unos fragmentos de Elías Canetti, que me parecieron tan interesantes que estoy deseando tenerlo en la mesilla.
El tema sobre la pregunta me resultó cercano y conocido.
A menudo he sentido agresividad en alguna preguntas que me hacen y que considero no haber dado permiso para que se tomen tantas confianzas.
A lo mejor soy una jeta y yo también hago preguntas inconvenientes porque me considero bastante indiscreta.

Tendré que estar atenta.





martes, 13 de septiembre de 2016

CUARENTA Y UNO






Por fin, ayer tuve la primera clase de escritura.
Leí los tres últimos textos de mi diario para ponerme al día en plan rápido.
El profesor, cuya opinión me interesaba especialmente, me dijo que tenía oficio, que estaba muy bien, pero que se veía que me encontraba demasiado cómoda, me sugirió que hiciera un esfuerzo para hacer algo diferente.
Entendí que le gustaría que saliera de mi zona de confort, aunque no usó esa palabra.

Salí contenta y con la esperanza de que a medida que vaya trabajando en mi práctica como lectora y escritora, iré viendo poco a poco hacía donde debo dirigirme.
Hay algunos temas que tengo muy claros y el más concreto es que debo hablar de mi verdad más profunda, olvidarme del pudor y de la vergüenza y sacar lo mejor de mi, lo más puro.

Hace tiempo que leo los diarios de Pániker y me entretienen bastante, excepto cuando habla de sus arrebatos místicos mezclados con filosofía, parece que se mete en aguas movedizas y que no llega a ningún lado.

Sin embargo, me interesa cuando habla de sus enfermedades, sus debilidades, sus hijos, sus medicinas, sus relaciones con algunas mujeres, su preocupación por el jardín, la casa, en definitiva, lo íntimo, lo doméstico, lo que a todos nos ocupa y nos hace seres humanos.
Además, Pizca salió con él hace muchos años y me había contado algunas cosas y eso le hace más cercano.
También me divierte cuando cuenta sus conversaciones con escritores que conozco y también con los demás.

Ayer estuve en la tienda de Rocío y me dijo que me había vendido un cuadro.
Siempre es una buena noticia.
Me hubiera gustado hacerle una entrevista pero había demasiado jaleo y me puse nerviosa.
Tiene maravillas y la gente se interesa.

Yo no quiero acumular más cosas sino todo lo contrario.
Me gustaría desprenderme de todo lo que no sea necesario y vivir en un vacío ordenado, lo cual es muy difícil en mi circunstancia, porque mis hijos guardan todo y utilizan sus cuartos como almacenes, pero por lo menos me gustaría que mi zona permanezca vacía.
Ya he llevado a la tienda de Rocío no solo mis cuadros de playas, sino mi pinacoteca personal.

Quiero tener las paredes vacías, que nada me distraiga para concentrarme en lo que realmente me interesa.









lunes, 12 de septiembre de 2016

CUARENTA








Ya he vuelto a la normalidad, aunque solo aparente, porque sigo pensando en la playa y al mismo tiempo tengo que acoplarme a las clases de Pilates, escritura y natación.
Algunos días no me quedará más remedio que renunciar a mis maravillosos baños en el Cantábrico, pero no faltar a clase es algo que forma parte de mi ADN y me alegro. 
Me educaron en una disciplina férrea, de la que me salí en cuanto tuve la ocasión, pero más tarde he vuelto a ella de una manera más tranquila y sin rigidez.

Ayer estuve en la playa y fue maravilloso el contraste con Madrid, tan seco y sin mar.
Luego volví a casa y estuve recogida, disfrutando de estar conmigo misma después de tantos alborotos.

He dormido estupendamente y hoy tengo un día ocupado.
Por la mañana Pilates y por la tarde consulta con la doctora de cabecera, para que vea el informe de Álvarez de Mon y me den citas para los análisis y las pruebas.
Ese plan es cansino, ya me pasé todo el año pasado yendo a Cruces para hacerme la autopsia, pero todavía no han terminado.
Parece que hasta que no me encuentren algo malo, no se quedan contentos.
Yo obedezco.

Y luego, por fin la esperada clase de escritura, esa sí que me gusta.
Es la primera vez que voy a leer fragmentos de mi diario, veremos qué opina el profe.
Las opiniones de los demás también me interesan, pero en general no profundizan demasiado, simplemente dicen “me ha gustado”.
Algunos dicen algo más, pero el que realmente entra en materia es el profe y es el que me hace pensar y trabajar.
Siempre me ha gustado la palabra y me gustaba aprender a hablar con propiedad, pero ahora ya no es solo que me guste, sino que lo necesito y cuando alguien comete errores, me dan escalofríos.

Odita empieza el colegio y su padre está preocupado, tiene miedo de que lo pase mal como lo pasó él, sobre todo porque el alemán lo tiene muy verde.
De todas maneras es un colegio sueco y alemán o sea que tampoco es que no pueda expresarse, como me pasó a mi cuando llegué a Francia y no sabía nada de francés.
Ella habla sueco y español.
Ahora, con seis años ya tiene que estudiar en alemán y pronto le meterán el inglés, porque en Alemania es obligatorio.
A su padre le vuelve loco la idea de que desde tan pequeña ya hable cuatro idiomas.

No me extraña.





domingo, 11 de septiembre de 2016

TREINTA Y NUEVE









Solo han sido un par de días, pero tengo la sensación de que ha pasado una semana, desde que mi vida diaria se reducía a un estado de paz, solitario, sereno y con pocas o ninguna alteración.
Llegó la inauguración y me divertí.
Vino mucha gente a la que hace tiempo que no veía, bebí vino blanco que hacía tiempo no bebía y disfruté de lo lindo.
Mis dos cuadros estaba exultantes en el mejor sitio de la galería para que se vieran desde la calle, parecía que gritaban.
Han ganado con el tiempo y hasta tal punto es evidente, que varias personas lo comentaron.
Yo también he ganado con el tiempo.
Me refiero a lo esencial.
Después, Pizca y yo nos fuimos a cenar a un sitio de Romo que le había enseñado Carlos Vecino, discreto y estupendo. 

Al día siguiente me levanté temprano, no sin esfuerzo, para ir a Madrid.
Dormí en el Premium y a las cinco de la tarde, hora lorquiana por excelencia, me presenté en la consulta del doctor Álvarez de Mon, que me encontró mejor y me ajustó la medicación.
Salí contenta.
Madrid estaba tan bonito y acogedor que me quedé paseando por la zona donde estaba hospedada, el Madrid de los Austrias, que es castizo y entretenido.
Para celebrar mi mejoría, tomé mariscos en un restaurante gallego.
No conocía las zamburiñas y me encantaron.
Me retiré temprano y noté que me dolía la rodilla.
A pesar de ir en taxi a todas partes, anduve demasiado, por lo que ayer, lo primero que hice por la mañana después de desayunar, fue comprarme un bastón que me va a venir muy bien, cuando tenga que andar más de la cuenta.

Llegué a casa a las ocho de la tarde, me arreglé y me fui a la inauguración de la hermana de Carlos Vecino, que había colgado en Zampa.
También me divertí.
Llevo tanto tiempo sin salir, que todo me resulta novedoso.

Hoy hace un día espléndido, iré a la playa, nadaré y se me quitarán todos los residuos que deja el alcohol y la excitación que produce la vida social.






jueves, 8 de septiembre de 2016

TREINTA Y OCHO









Hoy es un día difícil, en el que tengo que hacer un esfuerzo extra para permanecer tranquila.
Por un lado tengo la inauguración, lo que significa gente que viene a saludarme.
Me hablan todos al mismo tiempo y me dan besos y abrazos y yo sonrío sin saber qué hacer y me siento agradecida y por fin, cuando decido que ya no puedo más, me voy sin decir nada porque tengo alergia a las despedidas y cuando estoy en mi coche, respiro y me siento satisfecha.

Sin embargo, no todo ha terminado, porque sé que mañana me voy a Madrid en el autobús Premium que sale de Ereaga a las ocho de la mañana y tengo que preparar una maletita con lo mínimo, que casi es más difícil que cuando voy a estar varios días.
A pesar de todo lo que he viajado, todavía no he aprendido a hacer una maleta con cabeza.

El calor de Madrid me mata, pero la consulta con el doctor Álvarez de Mon es imprescindible.
Gracias a sus conocimientos, su perspicacia y mi obediencia, estoy saliendo adelante de una enfermedad difícil de diagnosticar y de curar.
En la primera consulta, él mismo me dijo lo mal que estaba y yo le pregunté:

Doctor: ¿Cree que podrá curarme”

Y él contestó sin titubear:

Si me obedece, si.

Así que, a pesar de que todo el asunto requiere usar la voluntad, lo hago encantada porque sé que es por mi bien.

En Madrid suelo ir a un hotel que se llama One Shot Prado que es de super diseño y está en el barrio de las letras, pero ahora estaba ocupado, así que encontré una habitación en el famoso Hostal Oriente que se encuentra en el Madrid de los Austrias, una zona en la que nunca he vivido.
Hace tiempo que tenía ganas de conocerlo, por fin ha llegado el momento. 
La primera vez que fui al One Shot Prado me hice clienta fija, me sentía como en mi propia casa.

Madrid me encanta.
Por motivos ajenos a mi voluntad, dejé de ir cuando cerraron la galería en la que solía exponer y
volví a ir con regularidad para tratarme con el profesor y desde entonces, aunque ya no todos los meses, voy a menudo y disfruto sobre todo yendo al Reina que es donde tienen las mejores exposiciones de arte conceptual.
A veces también visito los demás museos si tienen algo que me pueda interesar.
También veo alguna peli que no ponen en Bilbao.

Desde los trece a los diez y seis años estuve interna en el colegio de la Asunción de Santa Isabel, por lo que Madrid ha formado una parte importante de mi vida. 

Hoy hace un día gris, agradable, ha llovido y se agradece.

No sé si iré a la peluquería, lo estoy pensando.



miércoles, 7 de septiembre de 2016

TREINTA Y SIETE









Creía que empezaba el día tranquilo, pero suenan los teléfonos y los cojo porque estoy pendiente de asuntos que me importan y al final, son tomaduras de pelo una vez más.

Ayer pasé un día estupendo.
Playa con Pizca y después clase de natación que, aunque me cuesta, voy mejorando y aprendo.
He estado nadando con la técnica que aprendí con “El gran tritón Rubito Rodriguez”, alias Txus, hace demasiados años.
Las clases del año pasado estuvieron enfocadas en quitar los vicios adquiridos.
Desde la respiración hasta el movimiento de brazos y piernas, no daba una.
Con gran esfuerzo por mi parte y la de mi profe, parece ser que ahora hago los movimientos correctos, simplemente tengo que practicar y adquirir un ritmo para no cansarme.

Hoy viene mi hijo Jaime que vive y trabaja en Mallorca.
Solo pensar en él, me alegra la existencia.
Es un hombre feliz, amable, conversador, lector y escritor, extraordinario deportista, viajero empedernido, siempre dispuesto a hacerme un favor.
Tenerle cerca es un verdadero placer.

Así que, aunque me gustaría decir como Hafiz, que nunca salgo de mi santuario, no puedo hacerlo.
Algunas temporadas lo consigo, mas no dura demasiado.
No obstante, a medida que pasa la vida, mis pasos, aunque pequeños, son constantes y dan su fruto.
Son como los pasos de una japonesa, a la que han vendado los pies para que no le crezcan, porque la están preparando para ser geisha.
Son pasos que conducen a mi interior, a un lugar sagrado que está dentro de mi, donde reina la paz.

A veces consigo llegar y accedo a experimentar una vez más lo divino, lo esencial, lo que está preparado para mi propio deleite.
Y así sucede una y otra vez y el anhelo de volver a ese lugar y sentir la dicha que me proporciona,
sostienen mi temperatura vital.




martes, 6 de septiembre de 2016

TREINTA Y SEIS








He tomado un Orfidal.
No podía soportar mis nervios, me matan.
No es que las cosas me salgan mal sino todo lo contrario, es la cantidad de asuntos que se acumulan, con el único propósito de conseguir que mi cabeza entre en ebullición.
Hasta me he acordado de santa Teresa de Jesús cuando hablaba de “la loca de la casa” refiriéndose a lo que para mi, es como un enjambre de abejas que se pican entre si y de paso me vuelven loca.

Ayer pasé una tarde dificilísima haciendo la invitación para la expo.
Nadie me obligaba pero me empeñé y gracias a María Seco que me enseñó un programa y me animó a utilizarlo, lo conseguí con un error que tuve que subsanar, después de haber mandado todas las invitaciones por mail, WhatsApp y haberlas publicado en Instagram y FB.

Ahora me voy a la playa con Pizca y me olvido de todo menos del placer de embadurnarme de cremas, sumergirme en el agua del Cantábrico con su salitre y tomar el sol, compartiendo con Pizca lo mejor de la vida, sabiendo que cada momento es único e irrepetible, sobre todo cuando estamos juntas, lo cual no sucede tanto como me gustaría.

Si algo deseo y cuido es mi estado de paz, pero cuando se me va de las manos, tengo que hacer un esfuerzo para recuperarlo.
En fin, ya pasó, son como picos que en el momento álgido empiezan a bajar y poco a poco todo vuelve a su ser.
Se me han juntado tantas cosas que me asusto.
Lo de la expo no es nada, ayer pasé por delante y mis dos cuadros están muy bien colgados, justo los primeros, se ven desde la calle.
Yo ya estoy cansada de tantas carpas de Ondarreta y Zarauz pero a la gente le encantan y ya quedan pocas.

Por otro lado está el libro.
No termino de ponerme de acuerdo con la editorial, he cambiado la portada, he puesto la misma foto que en la invitación de la expo porque es buena, tiene muchos píxeles y la historia de la novela sucede en San Sebastián.

Y para colmo, el viernes tengo que ir a Madrid a ver al doctor Álvarez de Mon, que acaba de llegar de Estados Unidos y me han dado esta cita de milagro.
Me encuentro bien, pero no del todo.

Necesito estar con él.






lunes, 5 de septiembre de 2016

TREINTA Y CINCO








Uno de mis mayores problemas y/o defectos, es que me dejo llevar por los nervios, aunque haga esfuerzos sobrehumanos para controlarme.
Supongo que tengo el sistema nervioso deteriorado por los excesos cometidos a lo largo de mi vida.
Ayer, sin embargo, pasé un día muy tranquilo, deleitándome en mi propia serenidad.
Estuve sola.

Aparentemente no hice nada extraordinario, excepto estar tranquila, centrada en mi respiración.

Hoy, sin embargo, ya empiezo a sentir la inquietud que me producen las inauguraciones de mis exposiciones, por más que trate de evitarlo.
Esa fue una de las causas que contribuyó en mi decisión de dejar de pintar.
Mis propias inauguraciones son una catástrofe para mi.
Podría no ir, lo sé, no va a ser el fin del mundo, pero me parece una falta grave de respeto hacia las personas que hacen su esfuerzo para estar ese día, en ese lugar.
Yo no soy “El gran Gatsby” que no aparecía en sus fiestas.
Hace mucho tiempo que dejé de ir a bodas, funerales y planes familiares, pero en mis propios eventos, me siento responsable.

Cuando vivía en California, leí un libro interesante “El camino del artista” de Julia Cameron, en el que, entre otros temas, explicaba cómo superar los miedos a las inauguraciones.
Creía que me había servido de algo, pero ni siquiera en las exposiciones que hice en L.A., donde conocía a muy poca gente, conseguí superar el estrés.
Parece ser que es una enfermedad común en los artistas.
Debe ser algo parecido al pánico escénico.
Al convertirme en escritora, pensé que me libraría de esas efemérides pero todavía me quedan unos cuantos cuadros por vender.
En la exposición que se inaugurará el jueves, solo expongo dos carpas de Ondarreta grandes en una colectiva.
La galería es nueva y la mayoría de los artistas desconocidos para mi.
Los detalles no cuentan, solo quiero hacer bien lo que me corresponde, o sea, relajarme y disfrutar.

Necesito recordármelo constantemente.






domingo, 4 de septiembre de 2016

TREINTA Y CUATRO









Cada día me ofrece una oportunidad, por lo menos, para poner orden en alguno de los proyectos de autoconocimiento que tengo en progreso.
El de ayer fue extraordinario.
Lo había estado esperando toda mi vida, quizá cuando era joven sin saberlo, pero alcanzada una edad en que no queda tanto tiempo para subsanar entuertos, era un tema al que daba vueltas no solo estando sola, sino en las conversaciones con mis íntimas amigas con quienes lo compartía.

Hasta ayer, hasta el momento que vino la luz a mi corazón, pensaba que no había tenido una madre amorosa como yo la había idealizado.
Creía que mi madre me tenía manía, que no la divertía, que la sacaba de quicio, que le ponía nerviosa, en definitiva, que no se explicaba cómo yo podía ser su hija.

Intenté arreglarlo con psiquiatras y terapias pero no funcionó.

Finalmente, mi madre murió hace tres años y la doctora Verdugo que era la que me trataba a la sazón, me aconsejó que perdonara y olvidara.
Así lo hice, o por lo menos lo intenté poniendo en ello todo mi esfuerzo y deseo, pero había algo que no conseguía soltarse, una especie de pensamiento pegado al subconsciente.
Después hice la biodescodificación y tal vez me ayudó, pero la raíz permanecía.

Intenté dejar que el tiempo hiciera su trabajo y dejé de preocuparme, aunque cierta especie de dolor al que yo había dado en llamar “ausencia de madre”, se mantenía latente.

Ayer, al volver de la playa, hojeando FB me llamó la atención un artículo de Hellinger, el fundador de las constelaciones, que tanto me ayudaron en su día para comprender muchas cosas importantes.

Me detuve.

Lo leí con verdadero interés.
Lo volví a leer y comprendí que mi madre había sido perfecta para mi, que me trajo a este mundo y me puso en el sitio perfecto para mi crecimiento y evolución.
La acepté y me sentí invadida por un amor dulce y sereno, que me reconcilió con ella y con el mundo.


Un agradecimiento infinito llenó todas las fibras de mi ser y hoy empiezo una nueva etapa de mi vida, en la que no me siento invadida por mi madre, sino que tengo la sensación de tenerla a mi lado ayudándome en el camino.