viernes, 9 de diciembre de 2016

CIENTO VEINTIUNO








Estoy tan acostumbrada a equivocarme, que ni siquiera me sorprendo.
Tropiezo una y otra vez en la misma piedra, a pesar de que sé que me puede pasar, e intento poner todo de mi parte para hacer bien las cosas.
Incluso cuando voy a algún sitio en coche, aunque haya ido más veces, cuento con un tiempo extra para perderme.
Me acepto.
Soy un ser humano con sus luces y sombras y prefiero trabajarme la aceptación que el perfeccionismo.
No me interesa tener la razón, prefiero estar en paz.

Tampoco quiero sentirme culpable.
Pudiendo disfrutar de cada día con alegría, eso sería el colmo de la pérdida de tiempo.
Ni hablar del peluquín.





Todos estos días de medio fiesta o fiesta entera me he quedado en casa trabajando con las fotos y aunque al principio el propósito era sobre todo ordenarlas, al mismo tiempo he ido aprendiendo a editarlas.
Me gusta hacer videos y luego sacar fotos de esos videos.
En realidad, lo que me gusta es trajinar con la foto hasta convertirla en otra cosa, que casi no tiene nada que ver con el original.
La posibilidad que me ofrece internet de poder publicar mi trabajo al instante, me encanta, me estimula.
Más tarde pienso en lo que publico y veo que se puede mejorar.
Pues bien, me meto en el ordenador y lo corrijo.
No pasa nada.

Es una manera diferente de trabajar que me parece maravillosa.
Como quien dice, es al revés.
Antes se trabajaba todo antes de presentarlo y de darlo por terminado.
Ahora se trabaja en público.
Como hace Daniel Buen en la realidad, “travail in situ”.

Lo que yo hago no es in situ en el sentido total de la palabra pero me acerco, aunque sea desde mi casa, es casi performativo ya que publico todo al instante.

A veces trato de contar algo a alguien y me dice que ya lo sabe porque lo ha leído en mi diario.
Eso mismo le pasa a Manuela Carmena, no porque lo escriba en su diario sino porque lo cuentan los periodistas.









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