viernes, 16 de diciembre de 2016

CIENTO VEINTINUEVE








Soy sedentaria.
En cuanto me instalo en un lugar en el que tengo cubiertas mis necesidades y me encuentro a gusto, ni se me pasa por la cabeza moverme.

Tengo una amiga que es de naturaleza nómada y tiene un trabajo ímprobo, cada vez que se nota inquieta y sabe que ha llegado el momento de pensar en cambiar de residencia y hacer una mudanza.

Yo no me muevo a no ser que el propósito merezca la pena.
El viaje por el viaje no me interesa.
Antes de cumplir treinta años viajé bastante y empezaba con ilusión, pero me cansaba tanto movimiento.
La revelación de que viajar no era mi cup of tea la tuve en Disneylandia de Los Ángeles, a donde me dejé llevar y mientras paseábamos entre la multitud a pleno sol después de comer, comprendí que a mi lo que me gusta a esas horas, es echar la siesta y nada  más placentero que hacerlo tranquilamente en mi propia cama.

Así que dejé de viajar hasta que fui a París para ver a Prem Rawat y le reconocí como mi maestro.
Entonces si que empecé a viajar de lo lindo para poder estar con él y escuchar su mensaje.
Pasé muchos años viajando por todo el planeta hasta hace ocho años.
Me rompí la pierna y tuve tantos problemas con las operaciones, que estuve inmovilizada mucho tiempo.
Con gran esfuerzo conseguía llegar a Barcelona y Madrid.

Hace poco estuve en Londres y perdí el miedo.
Iba bien acompañada, con amigos que me cuidaban y se ocupaban de mi.

Todavía no me atrevo a hacer un viaje largo.
Los viajes largos me parecen agotadores, incluso encontrándome en plena forma.
El jet lag al cambiar de meridiano es espantoso, tardaba semanas en volver a mi estado natural.

Supongo, espero y deseo, que pronto me recuperaré de todos estos años en los que he estado con dolores espantosos y mal diagnosticada.

Mientras me cuido y hago una vida ordenada, me encuentro bien y espero seguir así.
No tengo intención de meterme en berenjenales y pegarme un susto en un país lejano, donde no tienen mi historial médico y me puedo sentir perdida.

Así es como empezó la rotura del fémur, con una caída en San Diego en la que me hice un esguince que estuvo mal tratado y terminé como el rosario de la aurora.


He aprendido la importancia de la salud y aprecio cada momento en que me encuentro sana y con energía.






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