miércoles, 2 de noviembre de 2016

OCHENTA Y OCHO








Llevaba una temporada con ganas de hacer un orden importante en la casa, tirando todo aquello que no uso.
No conseguía que me llegara el momento, sin embargo sucedió algo que me puso en marcha y no solo a mi sino a mi hijo Jaime, que es un acumulador compulsivo.
Parece ser que hace ya tiempo se puso de moda el libro “La magia del orden” de una japonesa que se hace llamar Marikono, que trata de ayudar a poner orden empezando por deshacerse de todo lo que no se utiliza..
Tirar es lo más difícil.
Una vez que se ha tirado lo que no nos sirve, el resto es coser y cantar.
Tanto Jaime como yo dedicamos el día festivo a deshacernos de lo que no hemos usado en los últimos años.
A ambos nos cuesta deshacernos de nuestras cosas.

Jaime tiene problemas con su ropa debido a sus múltiples actividades, mientras que mi gran rompecabezas, consiste en qué hacer con los cuadros que me han sobrado de las exposiciones.
Tengo un trastero en el sótano con humedad, lo cual significa que es inservible.
A pesar de las dificultades, ayer me metí con algunas cosas para cortar el hielo.
Casi no hice nada y sin embargo hoy, al entrar en mi estudio, he notado que estaba despejado.

Ayer por la noche compré el libro y empecé a leerlo.
De momento no me siento capaz de seguir su método.
Me resulta excesivo.
Es drástico y yo no vivo sola.
Aunque en esta casa solo vivamos Beatriz y yo, a veces vienen mis otros hijos y la niña y su mamá y se convierte en una casa de gitanos, porque es pequeña y no cabemos tanta gente.

Doy gracias al cielo de que, a pesar de las incomodidades, a mis hijos no les importe demasiado.
No tienen esa necesidad de orden y limpieza que tengo yo.
Y no solo eso, sino que les gusta guardar cosas y cosas, libros y libros además de camisetas y lo que yo llamaría detritus.

Somos opuestos y yo les consiento todo.
Puedo ser exigente con los demás, pero con mis hijos me convierto en una madre sacrificada, dispuesta a darles gusto (dentro de mis posibilidades, claro), teniendo en cuenta que mis asuntos me mantienen ocupada y que mis hijos solo están aquí de vez en cuando.

Así que he pasado un fin de semana de trabajo.
Mientras la gente hablaba del puente, yo hablaba con Euskaltel sobre el cambio de Moden y preparaba el paquete con el móvil y el iPad de mi hijo pequeño que se fue a Berlín y los dejó cargando.
No sé si le llegarán a tiempo ya que el martes que viene, se va a Beirut donde pasará un mes 
con el tutor de su doctorado.
Tiene una vida tan complicada que no me extraña que se olvide de sus dispositivos.
No obstante, él está encantado.
Y de paso yo también.

Me satisface ver que mis hijos están sanos y contentos.
Parece mentira que con el poco caso que les hice de pequeños hayan salido tan responsables.








No hay comentarios:

Publicar un comentario