sábado, 5 de noviembre de 2016

NOVENTA Y UNO








Con la cantidad de asuntos importantes que existen, me pregunto por qué me influye tanto que no me permitan entrar en FB.
Sabía que estar en FB me gustaba y también era consciente de que tal vez le dedicase un tiempo excesivo, mas nunca pensé que si me faltara, lo iba a echar tanto de menos.
No quiero dar más vueltas a ese tema ya que no tengo poderes para arreglarlo.
Me contento con esperar.

Mientras tanto, me dedico a ocuparme de otros asuntos que tenía pendientes y que me producen satisfacción.
El trabajo que más me cuesta y al que le saco más beneficios, es hacer orden en la casa.

Según MariKono se debe empezar por la ropa, de la siguiente manera:

Se coge una prenda con la mano, se mira y se pregunta:

¿Cuanto tiempo hace que no me lo pongo?
¿Me gusta?
¿Me la compraría hoy en día?
¿Me acordaba de que la tenía en el armario?


Respondidas las cuestiones se toma la decisión de guardarla, regalarla o tirarla.
Y así, sucesivamente.

Al pensar en hacerlo no parece que sea difícil, pero cuando empieza el momento de tomar la decisión, se comprueba que no es tan sencillo.
Llevo varios días intentando afrontarlo y de momento lo único que he conseguido, es tener un montón de ropa en el suelo de mi cuarto que sé no la quiero, pero tampoco me apetece deshacerme de ella.


Sobre todo quiero que salga de mi casa, ver mi cuarto ordenado, pero eso requiere dar unos pasos que me cuestan demasiado.

Casi con lágrimas en los ojos recuerdo que antes de emprender el gran proyecto del orden con el método de MariKono, sin ni siquiera estar decidida a seguir totalmente sus pasos, mi cuarto solía estar ordenado, por lo menos aparentemente.

He llamado a María Seco para ver si le interesa la ropa que quiero desechar y me dice que a lo mejor viene luego, que me llamará.
No me gusta estar pendiente de que me confirmen las citas.
Me siento un poco desajustada.



Hace días que mi hijo Jaime y yo empezamos con el tema.
Él había leído el libro de MariKono, pero le había parecido tan difícil seguir su método, que ni lo había intentado.

El problema de Jaime con su ropa es mucho más gordo que el mío, porque él es incapaz de tirar nada, guarda todo y además, debido a que hace actividades que requieren diferentes atuendos, tiene millones de prendas viejas y nuevas y cree que todas le pueden servir en un momento determinado.
Sin embargo, el primer día que hablamos del libro y del problema, ambos empezamos a trabajar y al día siguiente, cuando le vi por la mañana, le noté tan bien vestido que le pregunté:

¿A donde vas tan elegante, si no es indiscreción?

Y contestó tan tranquilo:

A nada en especial:
Otros días no encontraba nada, pero como he retirado tanta ropa, ahora encuentro lo que quiero.


Me vino a la cabeza que cuando viajo y estoy en un hotel, al que he llevado cuatro cosas bien elegidas en una maleta pequeña de las que caben en la cabina del avión, no suelo tener problemas ni para escoger lo que me pongo, ni para hacer la maleta de vuelta.



Una vez sabido y aceptado un modus vivendi definido, el único requisito es llevar a cabo la acción de tirar y ordenar.


Allá voy. 


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