martes, 22 de noviembre de 2016

CIENTO CUATRO








Supongo que tendría unos veinticinco o veintiséis años cuando empecé a oír el tipo de música que me acompañaría el resto de mi vida.
Me quedé intrigada cuando oía a Graham Nash repetir:
Be yourself free yourself, Be yourself free yourself…

No sabía lo que significaba ser una misma y se lo preguntaba a mis amigos que parecía que lo entendían perfectamente, no obstante eran incapaces de explicármelo y durante mucho tiempo seguí sin entenderlo, hasta que empecé a prestarme atención y supe diferenciar lo que realmente me apetecía, de lo que hacía para complacer a los demás.

A través de los discos que escuchaba constantemente, empecé a atender a mis intereses, a lo que me complacía y poco a poco me fui volviendo independiente y ya no le seguía al que era mi marido, sino que empecé a estudiar la carrera de Bellas Artes, ya que tuve la gran fortuna de que empezó en Bilbao en ese momento que tan bien me vino, puesto que ya estaba casada y con hijos.

Entre los discos, la escuela de BBAA y la gente nueva y moderna que iba conociendo, fui formándome una idea no demasiado exacta de lo que significaba ser una misma, aún así, siempre mejor que cuando ni siquiera sabía que existía esa posibilidad.

Lo que más me ayudó a centrarme en mis propios intereses fue la conexión con el hachis.
Desde la primera vez que fumé un porro supe que me gustaba.
Me sentó muy bien, me abrió las puertas de la percepción y mi vida cambió.
No todo era de color de rosa, porque estaba prohibido y todavía no era algo que se conociera de manera general, por lo que todo se hacía a escondidas.
Al decir “todo” me refiero a comprarlo y fumarlo.

Reconozco que me encantaba, fue la primera vez en mi vida que encontré algo que realmente me abría la cabeza y me hacía disfrutar de la vida desde el placer.
Perdí el miedo a mi madre y empecé a pasármelo bomba.
Conocí gente interesante.
Solía ir a Biarritz a comprarlo.
Mi amiga Cala tenía allí un apartamento y recuerdo que fue una época de mi vida muy divertida.
Mi matrimonio iba de mal en peor, pero no me importaba.
Mi vida tenía grandes alicientes, todo era nuevo y me prometía paraísos artificiales, que me hacían olvidar la frustración que me causaba un matrimonio en el que había puesto todos los huevos de mi canasta.


Las drogas me ayudaron a salir de un círculo en el que de otro modo no creo que habría sido capaz de tomar la decisión de abandonar, ya que aparentemente me ofrecía seguridad, frente a un mundo que me habían hecho creer que era infernal y en el que yo no tenía cabida.

No es que crea que las drogas sean buenas o malas sino que en mi caso tuvieron un efecto beneficioso porque me despertaron.


Decir lo contrario sería negar la evidencia.






No hay comentarios:

Publicar un comentario