viernes, 21 de octubre de 2016

SETENTA Y SEIS







Ayer, en la clase de natación me midieron el tiempo que resistía en apnea.
Se me hacía eterno y después de probar varias veces, lo máximo que fui capaz de mantenerme debajo del agua sin respirar, fueron 31 segundos.
¡Qué decepción!
Mi profesora me contó que llegó a estar 7 minutos cuando entrenaba y que hay gente que llega a 17 minutos.
Para consolarme, me dijo que es cuestión de práctica.
Me cansé tanto que casi no pude ni terminar la clase.
No sé si será porque estoy floja o por la edad o porque no estoy en forma.

No desespero.
Poquito a poco, sin prisa y a pesar de que tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para ir a la piscina y ponerme el traje de baño, luego me siento bien y lo agradezco.

Las demás clases no me cuestan tanto.
Lo que me asusta es la idea de meterme en el agua, sobretodo ahora que ha empezado el frío.
Todo sea por la causa: la causa es la salud, ahí es nada.

Me he prometido dedicarme a ponerme en forma, aunque tenga que hacerlo arrastrándome.


Sigo con el libro de Sánchez Dragó que me entretiene y me atrae, no obstante yo no siento ese afán por perseguir la juventud con tanto esmero.
Si algo me gusta de ser mayor es la tranquilidad, en la que estoy sumergida frente a esa inquietud que me devoraba años atrás.
Ya he sido joven mucho tiempo, con todos los peligros que conlleva.


Ahora prefiero perseguir la paz interior y a poder ser conseguirla.






No hay comentarios:

Publicar un comentario