viernes, 7 de octubre de 2016

SESENTA Y TRES








Sabía que mi vida estaba condicionada por mi iMac pero no hasta el extremo de que si me fallase, como así ha sucedido, me parara el pensamiento y me dejara hasta tal punto desorientada, que los últimos días he dedicado varias horas a conversar con los técnicos de Apple, que son de una delicadeza exquisita, para tratar de arreglarlo.
A pesar de su buena voluntad, llegaron a la conclusión de mi ordenador, comprado en el año 2009, es un vintage y ya no se fabrican las piezas para arreglarlo.

Ya había intuído hace tiempo que esto iba a suceder y aboné el terreno para no llevarme un disgusto serio.
Mis hijos se ofrecieron a poner su parte correspondiente para que pudiera comprarme un iMac nuevo.
Así lo hice.
Llamé por teléfono una vez más y me prometieron que el lunes tendré en mi casa un espléndido iMac de 27 pulgadas, exactamente igual al que tengo ahora pero un poco más moderno.

Con cierto grado de serenidad al saber que mi gran problema se resolverá en breve, intenté escribir mi diario en el iPad, mas no fue posible.
No sé si el iPad se daba cuenta de que no me encontraba a gusto o fue producto de una coincidencia, pero se encendía y apagaba, impidiéndome concentrarme.

Hoy he pasado un día raro, como sin fuerza, sin ganas de hacer nada, ni siquiera me he acordado de mi diario, hasta que a media tarde, cansada de verme tan aletargada, he decidido intentar encender el ordenador, probando con las teclas que me enseñaron los técnicos.
No tenía miedo y me he aventurado a todo.
Como se suponía que ya no sirve para nada, me he atrevido a cambiar lo que me pedía.
Y he aquí que lo he conseguido.
De momento estoy escribiendo, me siento animada y contenta.

Los días pasados iba al gimnasio.
Estoy probando las clases para ver cuales me van bien, ya que mi rodilla no me permite hacer demasiados esfuerzos.
Sin lugar a dudas, lo que mejor me sienta es la natación y al mismo tiempo es la que más me cuesta.
La idea de ponerme el traje de baño y mojarme me asusta, pero una vez que me meto en la piscina soy muy feliz.
Y adelanto.
Eso es lo mejor de todo.
Nadar es una gozada y nadar bien tiene que ser una maravilla.
Ayer me tiré de cabeza.
Cata, que vino a la clase conmigo, me preguntó:

¿Cuántos años hace que no te tiras de cabeza?

No conté los años pero casi me dio un escalofrío.
Sin embargo, lo consegui, el cuerpo tiene memoria.

Hablando de años, recuerdo que en mis últimos cumpleaños, mi madre me decía:

"Te voy a hacer un regalo, pero no quiero saber cuántos años cumples".

Yo también me asusto un poco cuando pienso en los años que tienen mis hijos.





No hay comentarios:

Publicar un comentario