miércoles, 26 de octubre de 2016

OCHENTA Y UNO








La dedicación a los hijos requiere una entrega plena, casi como un trabajo.
La única diferencia es el amor que impulsa a lo primero.
Yo decidí hace tiempo que lo que demanden mis hijos es sagrado para mi.
No me cuesta demasiado dejar lo que estoy haciendo para complacer, no los caprichos, que a veces también, sino las necesidades de esas personas tan importantes para mi.

No quisiera que alguien pensara que mi relación con mis hijos es perfecta.
Hay armonía en nuestra convivencia, mas reconozco que una parte importante de que todo fluya, es gracias a que no solo no tengo expectativas respecto a ellos, sino que además, pongo de mi parte lo que haga falta con tal de que no haya momentos difíciles.

No ha sido fácil llegar a este punto.
Como ya he explicado en otras ocasiones, soy muy mía, y me cuesta salir de mi mundo, no obstante en lo concerniente a mis hijos, surge en mi una generosidad que no es habitual.



Hoy he llevado a mi hijo pequeño al aeropuerto, ha ido a Corea para dar una conferencia en el museo de arte contemporáneo.
Estaba contento.
Le gusta viajar.
Ayer me confesó que a pesar de estar encantado en Berlín, necesita movimiento.
Es la manera de vivir que ha elegido.

Volverá el lunes, dormirá aquí y a la mañana siguiente se irá con la niña.

Y todo volverá al ritmo habitual que no por ser rutinario es menos satisfactorio.





Me comunican que ha muerto Carlos Vecino, amigo querido.
Mi relación con él ha pasado por varias etapas y los últimos años hemos estado cercanos.
Me afecta en alguna medida pero no me pilla de sorpresa.
Sabía que tenía problemas de salud y que ha estado al borde de la muerte en varias ocasiones.
Le echaré en falta en FB porque era activo e interactivo, lo cual se agradece.
No quiero hablar de él, prefiero hacer el duelo yo sola.






No hay comentarios:

Publicar un comentario