viernes, 2 de septiembre de 2016

TREINTA Y DOS









Me produce tanta alegría el diario, que ya ni siquiera miro los mails, me pongo directamente a escribir en cuanto termino de desayunar.
Es un ejercicio que me permite, además de ejercitar la memoria y la escritura, poner orden en las sensaciones obtenidas.

Sin esfuerzo, las prioridades aparecen según la importancia que hayan tenido para mi.
En todos los casos, la relevancia de los hechos se mide por lo que hayan afectado a mi corazón, sin olvidar la satisfacción del esfuerzo.

Ayer, sin ir más lejos, volví por fin a la clase de natación ya que debido a las vacaciones, hacía tiempo que no nadaba en la piscina y fue maravilloso sentir cómo mi cuerpo se mueve, aplicando las técnicas que me enseña Virginia, la profesora, que me estruja hasta terminar con mi resistencia.
Tal vez podría dar más de mi, pero no deseo esforzarme hasta el límite, me gusta reservarme.
Luego, hice los rituales del spa, jacuzzi, hamman, hielos, chorros y ducha.
Hablé con una amiga con la que siempre me encuentro en los gimnasios y me vine a casa.
Tenía que empaquetar dos cuadros que se van a exponer en una galería nueva de Las Arenas, que poco tiene que ver con mi estilo, pero acepté la invitación, porque prefiero que mis playas estén colgadas en vez de verlas amontonadas en mi estudio.

Por la tarde, al volver de la playa de Plencia entré en Barrika. que para mi tiene un valor especial porque hace muchos años, en ese lugar tan impresionante por su belleza salvaje, perdí un hijo.
No voy a menudo.
Solamente el nombre del lugar me afecta de una manera indescriptible, es algo que no consigo superar y no me importa, porque en esa forma de sentir que tiene tristeza, también hay algo grandioso que no deseo perder.


Hice un video corto, serio y muy bonito, que publiqué en FB al llegar a casa y obtuvo repercusión inmediata: tenía alma.





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