viernes, 30 de septiembre de 2016

CINCUENTA Y SIETE







Hacer gestiones bancarias me sumerge en tal estado de impotencia, que a veces prefiero dejar que me roben, antes que tener que usar mi cabeza para asuntos de números.
No es que tenga la intención de seguir los pasos de Henry David Thoreau, y retirarme del mundo, no voy tan lejos, pero soy capaz de hacer lo que sea necesario, con tal de mantener mi paz interior.
Los asuntos de dinero me pueden alterar demasiado si me los tomo en serio.

Hablando de otro tema mucho más interesante, es que he empezado a ir a diferentes clases en Hydra, que es el gimnasio que hasta ahora solo utilizaba para nadar.
He empezado a andar en bici, y he asistido a dos clases de Hipopresivos que me encantan y tengo la sensación, de que es exactamente lo que necesito.
A través de una respiración controlada con apneas se consigue fortalecer la faja abdominal y el suelo pélvico.

También asistí a una clase de Pilates suelo, pero es demasiado dura para mi.
De momento tendré que seguir con Pilates máquina, que me va muy bien.

Entre la escritura y las clases, ya no me queda tiempo para el cine y las series, pero no me importa. 
No solo me gusta el gimnasio sino que además me conviene.
He estado tantos años inmovilizada y pasándolo mal, que ahora todo me parece maravilloso, desde ir a Zara para comprarme una camiseta, hasta ir a Bilbao y tomar una felipada en el bar Alameda.

Se me pasan los días volando y cuando me meto en la cama, agotada, me parece mentira lo bien que me encuentro y saber que voy a dormir como un lirón.
Hasta dormir por la noche es una novedad para mi, después de años seguidos sin pegar ojo.

¡Cómo me alegro de haber dejado la medicina natural y haberme puesto en manos de la alopática, de la que tanto renegué!



Hoy hace un día maravilloso.
Perfecto para ir a ver la exposición de Bacon en el Guggenheim.
Me parece un regalo extraordinario.
He dado muchas vueltas por el mundo para ver a estos pintores magníficos y ahora me los ponen en bandeja, al lado de mi casa.
Parece mentira pero es verdad.

Mientras construyeron el Guggenheim yo vivía en Los Ángeles y no tenía intención de volver a Bilbao, pero cambié de opinión y volví.

Lo primero que hice fue ir al Guggy, incluso antes de visitar a mi madre y tanto me fascinó, que a pesar de que había empezado a vivir en Barcelona, cambié de opinión una vez más y decidí quedarme en Bilbao en donde estoy encantada.





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