domingo, 28 de agosto de 2016

VEINTISIETE








Me llama Pizca y me propone ir a comer un pollo a la cervecera de Berango que me encanta mas suelo olvidarme de su existencia.
Me viene bien que me anime a salir, porque me estoy hartando de hacer estos planes tan caseros.
Me gusta estar en casa y todo lo que hago, sin embargo no creo que sea sano estar tan encerrada en mi misma.
Demasiado hikikomori conduce a la enfermedad.
Cuando salgo y charlo con gente, me río y me distraigo.
Noto que estando sola casi no me río.

Ayer fui a Las Arenas en el metro que estaba lleno de gente yendo a las fiestas de Bilbao.
Las mujeres con tacones, bien arregladas y los hombres con camisas blancas de lino y el pañuelo azul en el cuello.
Yo, feliz con mis Crocs y mis plantillas.
Tenía intención de comprar víveres en el supermercado y grande fue mi sorpresa al ver que estaba cerrado.
Pensé:

Algo encontraré aunque no precisamente las pechugas de pollo que tenía pensadas.

Pues bien, habían abierto una tienda de productos chinos con algo de por aquí, y encontré algunas cosas muy interesantes.
Llamé a Pizca que estaba dormida, porque el día anterior tuvo una pequeña insolación que ella llama tabardillo, por estar mucho tiempo en la playa a pleno sol, así que me volví a casita, sudando la gota gorda, encantada de volver a mi refugio, donde escapo del calor gracias a los ventiladores.
Aprendí en India a vivir con ellos y no necesitar el aire acondicionado que tan mal me sienta, aunque me encante.
Sigo hipnotizada con la serie Wentworth, parece mentira que siendo tan repetitiva me pueda absorber tanto.
Es la maldad hecha inteligencia.
A pesar de que he visto maldad en el cine y en la vida, me sigue sorprendiendo.










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