viernes, 12 de agosto de 2016

DIEZ








Intento hacer bien las cosas, pero me encuentro con el mismo obstáculo que se encontraba mi madre:
La comida.
En mi caso, añado el vino blanco.

Mi madre valía un potosí y hacía todo mejor que bien.
Cumplía con su deber de madre, esposa, presidenta del cáncer, abuela, devota católica y algo más que no recuerdo.
Tenía una voluntad extraordinaria y sin embargo, respecto a la comida era incapaz de contenerse, siempre la recuerdo con sobrepeso, excepto una temporada que hizo un régimen durísimo y se puso estupenda.
Duró poco.
Me contaba, que cuando llegaba la hora de comer, era como la recompensa merecida a todo su esfuerzo.
Yo no valgo tanto como ella, como dirían vulgarmente, no le llego ni a la suela del zapato, pero en el asunto de la comida, no siempre consigo controlarme y cuando me dejo llevar, me voy a las quimbambas y eso afecta a mi amor propio.
Me acepto, pero no me gusto nada.
Bastante problema tengo ya con los temas relacionados con la edad y las secuelas de mis excesos como para no cuidar mi alimentación.
Soy trabajadora y tengo voluntad, pero en ese terreno, flaqueo.

Paso a otro tema bastante más entretenido.
Hoy empiezan las fiestas del Puerto Viejo, que son de mejorcito que hay por aquí y tengo la gran suerte de que se estrenan con un concierto de Billy Bao, del que mi hijo es el alfa y el omega.

Sabiendo que me gusta poner nombres, hace muchos años me pidió que inventara algo para una banda de dos personas que estuviera relacionado con Bilbao.

Lo pensé bastante y se me ocurrió Bil y Bao.
Él pilló la idea y la transformó en Billy Bao e inventó la historia de un nigeriano que vino a Bilbao.
Desde entonces, Billy Bao es un grupo de culto que ha recorrido medio mundo y que tiene gran tirón, sobretodo cuando toca en Bilbao.









No hay comentarios:

Publicar un comentario