martes, 9 de agosto de 2016

CUATRO









Con la excusa de alimentar a mi familia pienso constantemente en la comida.
Compro, cocino, preparo, invento aperitivos encantadores y poco a poco engordo mi cuerpo como si preparara al cerdo para la rifa de navidad.
Me siento como si tuviera dos personalidades.
Cuando veo mi cuerpo a punto de explotar, no me reconozco y cambio el pensamiento.
Sé que tengo que parar pero algo muy fuerte me lo impide y sigo en el camino de la perdición, cada vez más empeñada en nutrirme de los alimentos con más calorías.
Detesto verme así.

Me acepto pero no me gusto nada.

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