sábado, 27 de febrero de 2016

Capítulo 57_Un día de sosiego












Mónica decidió quedarse en casa.
Necesitaba reflexionar.
Demasiados asuntos revoloteaban en su interior.
Recordó algo que explicó una monja en el colegio, hablando de la famosa frase de santa Teresa:

La imaginación es la loca de la casa

Explicaba con infinita paciencia, que no se refiere a la imaginación creativa y útil, sino al discurso interminable de nuestros pensamientos.
Su vida iba demasiado rápida.
Entre su trabajo, sus amigos, sus dimes y diretes con Gari, la biodescodificación y el libro de Anna Karénina que la estaba afectando demasiado, necesitaba un tiempo de reposo, de estar consigo misma y ordenar sus ideas.
Sentía como si tuviera un enjambre de abejas en su cabeza, del que hasta podía oír el ruido que hacían.
Pensó que un día tranquilo, sin salir de casa, sin ver a nadie y sin coger el teléfono, podría curarle y devolverle esa paz interior que había perdido y tanto anhelaba.
Empezó el día tratando de meditar.
Recordaba haber leído que lo fundamental es concentrarse en la respiración.
Así lo hizo y aunque se distraía incluso antes de hacer una respiración completa, su constancia le proporcionó un estado de calma y serenidad que desconocía.
Hasta tal punto le gustó lo que experimentó, que siguió y siguió hasta que se quedó dormida.
Se despertó a las once y recordó que había decidido no hacer nada en todo el día así que se levantó, preparó el desayuno y se dedicó a leer Anna Karénina.
Era un libro muy gordo pero tan disfrutable que no tenía ganas de terminarlo porque le resultaba tan real como su propia vida.
Recordaba haberlo leído siendo muy joven, mas su capacidad de apreciación había cambiado.
No solo ahora era capaz de apreciar la belleza literaria del texto, sino que las desventuras de Anna Karénina dirigían su pensamiento a sus propias fantasías que aparentando ser juegos sin importancia, podían perjudicarla.
Una y otra vez repasaba las diferencias entre la protagonista de Tolstoi y ella misma.
No solo eran dos mujeres diferentes en épocas distintas, sino que lo realmente impropio de su juego, era que ella tenía un marido estupendo del que afirmaba estar enamorada, mientras que el de Anna Karénina era un ser abyecto e hipócrita.

¿Me estaré mintiendo a mi misma?

Se preguntaba dudando de su propia honestidad.

Hay varias cosas que no me encajan.
Si el deseo que siento por Gari fuera una tontería, no tendría tantos reparos en comentarlo ni siquiera con Carlota a quien siempre le he contado todo.
Si de verdad estuviera enamorada de Alonso ¿por qué iba a estar pensando en otro hombre?

Se daba cuenta de que estaba sumergida en un mar de dudas y contradicciones que le estaban alterando de tal manera, que necesitaba ayuda.

Si, es evidente que necesito ayuda, pero ¿a quien me dirijo?.
No es un psiquiatra lo que necesito, ni un consejero matrimonial, tal vez alguien de la nueva era, no lo sé, no tengo ni idea de lo que se hace en estos casos. 
No soy capaz de comentarlo con nadie.

A medida que estudiaba su caso y las posibilidades, veía con claridad que lo que ella deseaba era un imposible.

O sea, se decía tratando de usar la lógica como si se hablara a si misma,  lo único que quieres es tener una aventura con Gari.
¿Acaso crees que se puede jugar con las personas como si fueran objetos?
¿Crees que tu marido se lo merece?

Y seguía dando vueltas al tema, dándose cuenta de que la única solución, era quitarse esa obsesión para poder ser libre.
Por nada del mundo quería separarse de Alonso.
Eso no entraba dentro de sus coordenadas.
El único remedio era olvidar a Gari, y para conseguirlo, lo primero que tenía que hacer es no verle.

¿Como le digo a Carlota que no quiero estar con Gari?
Es obvio que tendré que darle una explicación.

Le estaba empezando a doler la cabeza de tanto pensar.
Se preparó una especie de merienda cena y puso la tele.
No podía concentrarse.
Se metió en la cama con Anna Karénina y pensó:

Mañana será otro día.


No hay comentarios:

Publicar un comentario