domingo, 24 de enero de 2016

Capítulo 41_¡Que malos son los celos!











Cuando pasaba varios días sin tener noticias de Gari, Mónica perdía la paciencia y se ponía histérica.
Por más que lo intentaba, no conseguía dominar su ansiedad.
Había hecho la web de un restaurante bastante especial que estaba en el muelle Marzana, cerca de la galería del mismo nombre.
Era un sitio con personalidad propia y estaba situado en un lugar tan emblemático, que puso verdadero empeño en hacer una web que reflejara su carisma.
Les gustó tanto, que le regalaron una invitación para dos personas, así que aunque le hubiera apetecido invitar a Carlota y a Gari, solo pudo convidar a su amiga y allí fueron las dos un mediodía gris y lluvioso con una luz especial propia del País Vasco, que según los directores de cine, favorece al rostro de los actores.
Mina, que es como se llama el restaurante, está junto a la ría, enfrente del mercado de la Ribera, en el corazón de Bilbao.
Se supone que comer en Mina es una experiencia ya que solo tiene seis mesas, en las que se mima al cliente y existe la opción de comer en una barra de roble para ocho comensales, desde la que se presencia en directo el trabajo de la cocina.
Mónica prefirió una mesa, porque necesitaba hablar con Carlota y no quería que se distrajera con los cocineros.
Empezaron a comer alegremente, comentando la excelencia de los platos y la delicadeza del ambiente, mas llegó un momento en que Mónica, cuya cabeza no dejaba de insistirle para que hiciera la pregunta mil veces contenida, explotó.
Tratando de parecer natural, habló:

Por cierto Carlota, hace tiempo que no veo a Gari.
¿Sabes qué es de su vida?

Carlota no quería mentir ni herir a Mónica diciéndole la verdad, pero eligió lo segundo porque lo demás no le habría hecho ningún bien a estas alturas.
Veía que se estaba engañando a si misma, así que le dijo:

Si, apareció en Concepto hace un par de días muy excitado, buscando la dirección de una artista con la que había estado comiendo en La Viña del Ensanche.

Mónica no daba crédito a lo que estaba oyendo.
Pensó que Carlota estaba cambiando de conversación.
No quería creerlo.
Notó que los calores le subían por el cuerpo hasta llegar al cerebro.
El interior de su cuerpo parecía un volcán en plena erupción.
Podía sentir cómo la lava iba recorriendo sus órganos .
No tenía palabras.
Enmudeció.
Carlota se dio cuenta de que estaba pasando un mal rato y no habló más.
Mónica deseaba conocer todos los detalles, pero no era capaz de emitir un solo sonido.
Intentó tranquilizarse.
Bebió un poco de agua y se atragantó.
Tosió.

Poco a poco se fue serenando y cuando volvió a su ser, le pidió a Carlota con humildad, que le hablara de esa chica.
Carlota no pudo decirle gran cosa. 
La describió y poco más pudo decir, excepto que cuando consiguió su dirección se marchó tan tranquilo.
El mal trago que pasó Mónica, fue tan espantoso que decidió tomar una determinación.
No podía seguir así.
Se estaba alterando hasta extremos indignos.
Necesitaba ayuda.
No era capaz de controlar sus nervios.
Veía cómo su vida se iba desmoronando a pedazos.
No debía consentirlo.
Tampoco se creía capaz de dar un puñetazo en la mesa y decir:

“Hasta aquí hemos llegado”

Era tal el deseo mezclado de arrogancia, que su orgullos herido clamaba justicia.
Si solo supiera que él la deseaba, se quedaría tranquila.
En su estado actual, era mejor no estar con él, porque podría decir o hacer una tontería de la que se arrepentiría el resto de su vida.

Todo esto pasaba por su cabeza mientras Carlota, tranquilamente, haciendo como que todo sigue su curso natural, degustaba con deleite la merluza de Cantábrico asada con jugo de cigalas.
Parece mentira hasta qué punto puede cambiar el ritmo del tiempo en el interior de un ser humano.
Mónica Menchacatorre intentaba tomar una decisión importantísima mientras, con toda la parsimonia que exige el placer de la alta gastronomía, oía como en la lejanía, la explicación que les daba el camarero sobre la excelencia de la cebolla morada de Zalla, un producto casi desconocido y sin embargo fetiche de los grandes chefs.
Por lo menos, Mónica no cometió la imprudencia de emborracharse.
La experiencia que tuvo en Concepto, le sirvió para ser consciente de que las penas no se ahogan en alcohol, sino que como decía Frida Kahlo (1) aprenden a nadar.
Carlota mantuvo la compostura en silencio y con ello ayudó a que su amiga se repusiera del susto.
Agradecieron al dueño la invitación, alabando todo y salieron al muelle Marzana, donde la brisa de la ría despejó sus cabezas y les trajo a la realidad.






1_Frida Kahlo (Coyoacán, 6 de julio de 1907- 13 de julio de 1954), fue una pintora y poetisa mexicana. Casada con el célebre muralista mexicano Diego Rivera, su vida estuvo marcada por el infortunio de contraer poliomielitis y después por un grave accidente en su juventud que la mantuvo postrada en cama durante largos periodos, llegando a someterse hasta a 32 operaciones quirúrgicas.

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